Una devoción
Preocupada la religiosa benedictina que luego fue Santa Matilde por
el buen fin de su vida, rogó insistentemente a la Virgen Santísima "que la
asistiera a la hora de la muerte"; y acogiendo benignamente su súplica, la Madre
de Dios se manifestó a la implorante, diciéndole:
"Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente
tres Avemarías, conmemorando, en la primera, el Poder recibido del Padre
Eterno; en la segunda, la Sabiduría con que me adornó el Hijo; y, en la tercera,
el Amor de que me colmó el Espíritu Santo".
Y esta promesa se extendió en beneficio de todos cuantos ponen en
práctica ese rezo diario de las tres Avemarías.
La práctica de esta devoción no puede ser ni más fácil, ni más
breve. Fácil es, porque se concreta a rezar todos los días tres Avemarías
agradeciendo a la Santísima Trinidad los dones de Poder, Sabiduría y Amor que
otorgó a la Virgen Inmaculada, e instando a María a que use de ellos en auxilio
nuestro.
Modo de practicar esta devoción:
Todos los días, rezar lo siguiente:
¡María, Madre mía; líbrame de caer en pecado
mortal!
1- Por el Poder que te concedió el Padre Eterno. (rezar un
Avemaría)
2- Por la Sabiduría que te concedió el Hijo. (rezar un
Avemaría)
3- Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo.
(rezar un Avemaría)
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