«Cada uno de vosotros es
enviado al mundo, especialmente a vuestros propios coetáneos, a
comunicarles, con el testimonio de vuestra vida y vuestras
obras, el mensaje evangélico de la reconciliación y la paz:
"En
nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!"»
El anhelo de ver
al Señor anida
siempre en el corazón del hombre (cf. Jn 12,
21) y lo impulsa sin cesar a buscar su Rostro. También nosotros,
al ponernos en camino, manifestamos esa nostalgia y, con el
peregrino de Sión, repetimos:
"Tu Rostro busco, Señor"
(Sal 27, 8).
Una vez más, quien convoca a los jóvenes de todo el mundo es
Jesucristo, centro de nuestra vida, raíz de nuestra fe, razón de
nuestra esperanza y manantial de nuestra caridad.
Llamados por Él, los jóvenes de todos los rincones del planeta se interrogan acerca de su propio compromiso en favor de la nueva evangelización, para continuar la misión confiada a los Apóstoles y en la que todo cristiano, en virtud de su bautismo y de su pertenencia a la comunidad eclesial, está llamado a participar.
Llamados por Él, los jóvenes de todos los rincones del planeta se interrogan acerca de su propio compromiso en favor de la nueva evangelización, para continuar la misión confiada a los Apóstoles y en la que todo cristiano, en virtud de su bautismo y de su pertenencia a la comunidad eclesial, está llamado a participar.
Jesús, enviado por el Padre a la humanidad, da a todo creyente
la plenitud de la vida (cf. Jn 10, 10).
Su Evangelio debe hacerse comunicación y
misión. La vocación misionera compromete a todo cristiano, se
convierte en la esencia misma de todo testimonio de fe concreto
y vital. Se trata de una misión que brota del proyecto del
Padre, designio de amor y de salvación que se realiza con la
fuerza del Espíritu, sin el cual cualquier iniciativa apostólica
nuestra está destinada al fracaso. Precisamente para que sus
discípulos puedan realizar esa misión, Jesús les dice
"Recibid el Espíritu Santo"
(Jn 20, 22).
Así transmite a la Iglesia su misma misión salvífica, para que
el misterio pascual siga llegando a todo hombre, en todo tiempo,
en cualquier latitud del planeta.
Sobre todo vosotros, los jóvenes,
estáis llamados a convertiros en misioneros de esta nueva
evangelización, dando a diario testimonio de la Palabra que
salva.
Vosotros experimentáis
personalmente las inquietudes de esta época de la historia, rica
de esperanzas e incertidumbres, en la que a veces es fácil
perder el camino que lleva al encuentro con Cristo.
Numerosas son, en efecto, las
tentaciones de nuestros días, las seducciones que pretenden
apagar la voz divina que resuena dentro del corazón de cada
persona.
La Iglesia se presenta al hombre
de nuestro siglo, a todos vosotros, queridos jóvenes que sentís
hambre y sed de verdad, como compañera de viaje. Os ofrece el
eterno mensaje evangélico y os confía una tarea apostólica
exaltante: ser los protagonistas de la nueva evangelización.
Fiel guardiana e intérprete del
patrimonio de fe que Cristo le transmitió, desea dialogar con
las nuevas generaciones; quiere responder a sus necesidades y
expectativas para buscar, en un diálogo franco y abierto, los
sentimientos más oportunos para llegar a los manantiales de la
salvación divina.
La Iglesia confía a los jóvenes
la tarea de proclamar al mundo la alegría que brota de haberse
encontrado con Cristo. Queridos amigos, dejaos seducir por
Cristo; aceptad su invitación y seguidlo. Id y anunciad la buena
nueva que redime (cf. Mt 28,
19); hacedlo con la felicidad en el corazón y convertíos en comunicadores
de esperanza en
un mundo que a menudo sufre la tentación de la desesperación, comunicadores
de fe en una
sociedad que a veces parece resignarse a la incredulidad; y comunicadores
de amor en medio
de los acontecimientos diarios, con frecuencia marcados por la
lógica del egoísmo más desenfrenado.
Para poder imitar a los
discípulos que, impulsados por el soplo del Espíritu,
proclamaron sin titubeos su fe en el Redentor que ama a todos y
quiere que todos se salven (cf. Hch 2,
22-24. 32-36), es preciso convertirse en hombre nuevos,
renunciando al hombre viejo que llevamos dentro y dejándonos
renovar a fondo por la fuerza del Espíritu del Señor.
Cada uno de vosotros es enviado
al mundo, especialmente a vuestros propios coetáneos, a
comunicarles, con el testimonio de vuestra vida y vuestras
obras, el mensaje evangélico de la reconciliación y la paz:
"En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!"
(2 Co 5, 20).
Esta reconciliación es, ante
todo, el destino individual de todo cristiano que encuentra y
renueva continuamente su propia identidad de discípulo del Hijo
de Dios en la oración y en la participación en los sacramentos,
especialmente en los de la penitencia y la Eucaristía.
Pero ése es también el destino de
toda la familia humana. Ser hoy misioneros en medio de nuestra
sociedad significa utilizar lo mejor posible los medios de
comunicación para esa tarea religiosa y pastoral.
Si os convertís en ardientes
comunicadores de la Palabra que salva y testigos de la alegría
de la Pascua, seréis también constructores de paz en un mundo
que busca esa paz como una utopía, olvidando a menudo sus raíces
profundas. Las raíces de la paz, como bien sabéis, están dentro
del corazón de cada uno, si sabe acoger el deseo del Redentor
Resucitado.
Ante la cercanía del tercer
milenio cristiano, a vosotros los jóvenes se os ha confiado de
manera especial la tarea de convertiros en comunicadores de
esperanza y artífices de paz (cf. Mt 5,
9) en un mundo cada vez más necesitado de testigos creíbles y de
anunciadores coherentes. Sabed hablar al corazón de vuestros
coetáneos que tienen sed de verdad y felicidad, y buscan
incesantemente a Dios, aunque a menudo sea de forma
inconsciente. (...)
Encomiendo a María, la Virgen
presente en el cenáculo, la Madre de la Iglesia (cf. Hch 1,
14), la preparación y el desarrollo de las próximas Jornadas
mundiales: que Ella nos comunique el secreto de cómo acoger a su
Hijo en nuestra vida para hacer lo que Él nos diga (cf. Jn 2,
5).
SAN JUAN PABLO II
MENSAJE PARA LA
IX Y X JORNADA MUNDIAL DE LA
JUVENTUD 1994.
MANILA. FILIPINAShttp://www.karol-wojtyla.org/Es/Home Page.aspx
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma