«Hay, pues, una analogía profunda
entre el fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y
el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del
Señor. A María se le pidió creer que quien concibió “por obra
del Espíritu Santo” era el “Hijo de Dios” (cf. Lc 1, 30.35). En
continuidad con la fe de la Virgen, en el Misterio eucarístico
se nos pide creer que el mismo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de
María, se hace presente con todo su ser humano-divino en las
especies del pan y del vino. “Feliz la que ha creído” (Lc 1,
45): María ha anticipado también en el misterio de la
Encarnación la fe eucarística de la Iglesia. Cuando, en la
Visitación, lleva en su seno el Verbo hecho carne, se convierte
de algún modo en “tabernáculo” - el primer “tabernáculo” de la
historia– donde el Hijo de Dios, todavía invisible a los ojos de
los hombres, se ofrece a la adoración de Isabel, como
“irradiando” su luz a través de los ojos y la voz de María. Y la
mirada embelesada de María al contemplar el Rostro de Cristo
recién nacido y al estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el
inigualable modelo de amor en el que ha de inspirarse cada
comunión eucarística?
Santo Súbito!
SAN JUAN PABLO II
CARTA ENCÍCLICA
“ECCLESIA DE EUCHARISTIA” http://www.karol-wojtyla.org/Default.aspx
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