Lectura espiritual
1. María
asiste a sus devotos en el purgatorio
Muy felices
son los devotos de nuestra piadosa Madre, pues no sólo son socorridos por ella
en la tierra, sino que también los asiste y consuela con su protección en el
purgatorio. Y necesitando tanto más alivio cuanto más padecen, sin poder valerse
por sí mismos, mucho más se empeña en socorrerlas esta Madre misericordiosa.
Dice san Bernardino de Siena que, en aquella cárcel de unas almas que son
esposas de Jesucristo, María tiene como un cierto dominio y plenos poderes tanto
para aliviar como para liberar de aquellas penas.
En cuanto a
aliviar, dice el mismo santo comentando las palabras del Eclesiástico: “Me paseé
sobre las olas del mar” (Ecclo 24, 8): “Es decir, visitando y socorriendo en las
necesidades y en los tormentos de mis devotos que son mis hijos”. Dice el mismo
santo que las penas del purgatorio son llamadas olas porque son transitorias, a
diferencia de las del infierno que no pasan jamás. Y se llaman olas del mar,
porque son penas muy amargas. Afligidos por estas penas, los devotos de María se
ven constantemente visitados y socorridos por ella. Ved cuánto importa, dice
Novarino, ser devoto de esta Señora tan buena, pues ella no sabe olvidarse de
ellos cuando padecen en aquellas llamas. Y si María socorre a todas las almas
del purgatorio, sin embargo sus mayores indulgencias y cuidados son para las que
le son más devotas.
Reveló la
Virgen María a santa Brígida lo siguiente: “Yo soy la Madre de todas las almas
que estén en el purgatorio, y todas las penas que tienen que purgar por las
faltas cometidas, constantemente son aliviadas y mitigadas por mis plegarias”. Y
no se desdeña esta piadosa Madre a las veces, hasta de hacerse presente en
aquella santa prisión para visitar y consolar a sus hijas afligidas. “Yo me
paseé por lo hondo del abismo” (Ecclo 24, 5). A lo que hace san Buenaventura
este comentario: “Abismo, es decir, el purgatorio, por el que pasea María para
aliviar con su presencia, ayudando a las almas santas”. Dice san Vicente Ferrer:
“¡Cuán buena se manifiesta María con los que están en el purgatorio, ya que por
ella obtienen continuos refrigerios!”.
¿Qué otra,
sino María es su consoladora en medio de aquella penas, y quién su socorro, sino
esta Madre de misericordia? Santa Brígida oyó que Jesús decía a su Madre: “Tú
eres mi Madre, tú la Madre de misericordia, tú la consoladora de los que están
en el purgatorio”. Y la misma Virgen dijo a santa Brígida que como un enfermo,
afligido y abandonado en su lecho, se siente reconfortado con cualquier palabra
de consuelo, así aquellas almas se sienten aliviadas con sólo oír su nombre. El
solo nombre de María, nombre de esperanza y de salvación es el que
constantemente invocan en aquella cárcel sus hijas queridas, siéndoles de gran
consuelo. Y después, dice Novarino, la Madre amorosa, sintiéndose invocar por
ellas, las une a sus plegarias ante Dios, con lo que socorre a aquellas almas, y
así quedan como refrigeradas de sus grandes ardores, con celestial
lluvia.
2. María
libera a sus devotos
Pero María no
sólo consuela y socorre a sus devotos en el purgatorio, sino que también rompe
sus cadenas y los libra con su intercesión. Desde el día de su gloriosa
Asunción, en el que se cree que quedó vacía la cárcel del purgatorio, como dice
Gersón y confirma Novarino, diciendo basarse en graves autores, día en que María
al entrar en el paraíso, pidió a su Hijo poder llevar consigo todas las almas
que estaban en el purgatorio, desde entonces, dice Gersón, María tiene el
privilegio de librar a todos sus devotos, de aquellas penas. Y esto lo afirma
sin titubeos san Bernardino de Siena, diciendo que la Santísima Virgen tiene la
facultad, con sus ruegos y con la aplicación de sus méritos, de librar las almas
del purgatorio y principalmente las de sus más devotos. Lo mismo dice Novarino,
opinando que por los méritos de María, no sólo se tornan más llevaderas las
penas de aquellas almas, sino también más breves, abreviándose por su
intercesión el tiempo de su purgatorio. Para lo cual, basta que ella lo
pida.
Refiere san
Pedro Damiano que una señora llamada Mazoria, ya difunta, se apareció a una
comadre y le dijo que en el día de la Asunción ella había sido librada del
purgatorio con un número de almas que superaban a la población de Roma. San
Dionisio Cartujano afirma que lo mismo sucede en la festividad de Navidad y de
la Resurrección de Jesucristo, diciendo que en estas fiestas, María se presenta
en el purgatorio acompañada de legiones de ángeles y que libra de aquellas penas
a multitud de almas. Novarino dice que esto sucede igualmente en todas las
fiestas solemnes de María.
3. María
acorta el tiempo de purificación, y hasta lo suprime a sus
devotos
Muy conocida
es la promesa que María hizo al Papa Juan XXII al que, apareciéndose le ordenó
que hiciera saber a cuantos llevasen el escapulario del Carmen que, en el sábado
siguiente a su muerte, serían librados del purgatorio. El mismo Papa, como
refiere el P. Crasset, lo declaró en la bula que publicó y que luego fue
confirmada por Alejandro V, Clemente VII, Pío V, Gregorio XII y Pablo V, el
cual, en una bula de 1612 declara: “El pueblo cristiano puede piadosamente creer
que la Santísima Virgen ayudará con su continua intercesión, y con sus méritos y
protección especial, después de la muerte, y principalmente en el día de sábado
–consagrado por la Iglesia a la misma Virgen María– a las almas de los hermanos
de la Cofradía de Santa María del monte Carmelo, que hayan salido de este mundo
en gracia, y hayan llevado su escapulario, observando castidad según su estado,
y hayan rezado el Oficio Parvo de la Virgen, y si no han podido recitarlo,
habiendo observado los ayunos de la Iglesia”. Y en el Oficio Solemne de Santa
María del Carmen se lee que se ha de creer piadosamente, que la Santísima Virgen
consuela con amor de Madre a los cofrades del Carmen en el purgatorio, y con su
intercesión los leva pronto a la patria celestial.
Y ¿por qué no
vamos a esperar también las mismas gracias y favores si somos devotos de esta
buena Madre? Y si le servimos con muy especial amor ¿por qué no hemos de esperar
también la gracia de que, al morir, entremos al instante en el paraíso sin pasar
por el purgatorio? Esto es lo que la Santísima Virgen María mandó decir al B.
Godofredo por medio de fray Abundio, con estas palabras: “Di a fray Godofredo
que progrese en la virtud, que así será de mi Hijo y mío; y cuando su alma parta
de su cuerpo, no dejaré que vaya al purgatorio, sino que la tomaré y la ofreceré
a mi Hijo”.
Y si queremos
aliviar a las benditas almas del purgatorio, procuremos rogar por ellas a la
Santísima Virgen, aplicando por ellas de modo especial el Santo Rosario que les
servirá de gran alivio.
EJEMPLO
Detalles de bondad de María hacia un perfecto
devoto suyo
El B. Joaquín
Picolomini, muy devoto de María, desde su infancia, visitaba hasta tres veces al
día una imagen de la Virgen de los Dolores que se veneraba en una iglesia, y los
sábados ayunaba para mejor honrarla. A media noche se levantaba para meditar en
sus dolores. Y María Santísima le recompensó estos obsequios. En su juventud le
dijo que entrara en la Orden de los Servitas, lo que, sin demora, ejecutó el
Beato. Al final de su vida, se le apareció también la Virgen María trayéndole
dos coronas: una de rubíes, en premio de la compasión que había tenido de sus
dolores, y otra de perlas, como premio a la virginidad que le había consagrado.
Poco antes de morir, se le volvió a aparecer, y el enfermo le pidió la gracia de
morir el mismo día en que murió Jesucristo. La Virgen Santísima le consoló
diciendo: “Pues bien, prepárate, porque mañana, viernes, morirás de repente,
como deseas, y estarás conmigo en el paraíso”. En efecto, así sucedió. Mientras
en la iglesia cantaban la Pasión de Cristo según san Juan, al decir las palabras
“Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre”, el paciente entró en agonía, y al
decir: “E inclinando la cabeza entregó su espíritu”, el bienaventurado entregó
también su alma al Señor, a la vez que el templo se iluminaba con misterioso
resplandor, y un suave y desconocido aroma se esparcía en el
ambiente.
ORACIÓN DE
AMOR HACIA MARÍA
¡Reina del
cielo y de la tierra!
¡Madre del soberano Señor del Universo!
¡Criatura la más sublime, excelsa y amable!
Es verdad que muchos ni te conocen ni te aman;
pero miríadas de ángeles y santos en el cielo
te aman y no cesan de cantar tus alabanzas;
y aun en la tierra ¡cuántos felizmente
se consumen en tu amor,
y andan de tu bondad enamorados!
¡Madre del soberano Señor del Universo!
¡Criatura la más sublime, excelsa y amable!
Es verdad que muchos ni te conocen ni te aman;
pero miríadas de ángeles y santos en el cielo
te aman y no cesan de cantar tus alabanzas;
y aun en la tierra ¡cuántos felizmente
se consumen en tu amor,
y andan de tu bondad enamorados!
¡Ojalá te
amara yo también, mi amable Señora!
¡Quién me diera el pensar siempre en ti
servirte, alabarte y honrarte,
y trabajar para que de todos fueras honrada y amada!
Has llegado a enamorar a Dios,
y con tu belleza, por decirlo así,
lo has atraído del seno del eterno Padre,
y lo has hecho venir a la tierra
para hacerse hombre e Hijo tuyo.
¡Quién me diera el pensar siempre en ti
servirte, alabarte y honrarte,
y trabajar para que de todos fueras honrada y amada!
Has llegado a enamorar a Dios,
y con tu belleza, por decirlo así,
lo has atraído del seno del eterno Padre,
y lo has hecho venir a la tierra
para hacerse hombre e Hijo tuyo.
Y yo, pobre
gusanillo, ¿viviré sin amarte?
También yo te quiero amar de verdad,
y hacer cuanto pueda por verte amada por todos.
Ya ves, Señora, el deseo que tengo de amarte;
ayúdame para cumplirlo.
Sé que a tus amantes,
tu Dios los mira complacido;
Él, después de su gloria, nada desea más que la tuya,
verte honrada y amada por todos.
También yo te quiero amar de verdad,
y hacer cuanto pueda por verte amada por todos.
Ya ves, Señora, el deseo que tengo de amarte;
ayúdame para cumplirlo.
Sé que a tus amantes,
tu Dios los mira complacido;
Él, después de su gloria, nada desea más que la tuya,
verte honrada y amada por todos.
Toda mi dicha
la espero de ti, Señora,
tú me has de obtener
el perdón de todos mis pecados;
tú, la perseverancia;
tú me has de asistir en la hora de la muerte;
tú me has de librar del purgatorio;
tú, en fin, me has de conducir al paraíso.
tú me has de obtener
el perdón de todos mis pecados;
tú, la perseverancia;
tú me has de asistir en la hora de la muerte;
tú me has de librar del purgatorio;
tú, en fin, me has de conducir al paraíso.
Todo esto han
esperado de ti los que te aman,
y ninguno se ha visto defraudado.
Lo mismo espero yo,
ya que te amo con todo el corazón,
y sobre todas las cosas, después de Dios.
y ninguno se ha visto defraudado.
Lo mismo espero yo,
ya que te amo con todo el corazón,
y sobre todas las cosas, después de Dios.
(“Las Glorias de María” – San Alfonso María de
Ligorio)
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