¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza,
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.
Señor, que has querido salvar a los hombres por medio de tu Hijo muerto en la cruz, te pedimos, ya que nos has dado a conocer en la tierra la fuerza misteriosa de la cruz de Cristo, que podamos alcanzar en el cielo los frutos de la redención.
La Cruz, ¡la Santa Cruz!, pesa.
–De una parte, mis pecados. De otra, la triste realidad de los sufrimientos de nuestra Madre la Iglesia; la apatía de tantos católicos que tienen un "querer sin querer"; la separación –por diversos motivos– de seres amados; las enfermedades y tribulaciones, ajenas y propias...
La Cruz, ¡la Santa Cruz!, pesa: «Fiat, adimpleatur...!» –¡Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas! Amén. (Forja, 769) San Josemaría
–De una parte, mis pecados. De otra, la triste realidad de los sufrimientos de nuestra Madre la Iglesia; la apatía de tantos católicos que tienen un "querer sin querer"; la separación –por diversos motivos– de seres amados; las enfermedades y tribulaciones, ajenas y propias...
La Cruz, ¡la Santa Cruz!, pesa: «Fiat, adimpleatur...!» –¡Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios sobre todas las cosas! Amén. (Forja, 769) San Josemaría
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