Este texto te puede ayudar a hablar con Dios, sobre todo después de comulgar o en una visita al Señor en el sagrario.
Te miro en este momento, Jesús, dentro de una cajita, en el Sagrario oculto, y pienso ¿Por qué te escondes? Y aunque a veces me cuesta verte en mi vida la verdad es que sé que siempre estás presente, siempre estás ahí, ¿será que como me quieres tanto valoras el regalo que me diste de la libertad y esperas a que yo voltee la mirada para verte? (Piénsalo, mira al sagrario y díselo al Señor).
Por eso te pido que siempre insistas, quédate siempre a mi lado. Incluso, ayúdame a llevarte ver a los demás, sin miedo al qué dirán, siempre por amor a Ti.
Hablar de ti con mis amigos, Jesús, es más difícil de lo que pensaba. A veces me ha dado miedo nombrarte con naturalidad, contar si te vine a visitar o hasta de las cosas maravillosas que haces día a día. Te veo aquí y veo todo lo que has hecho por mí. Y es tanto, ¡qué me lleno de ganas de hacer lo mismo por Ti! Ayúdame, Jesús, a perder el miedo. Ayúdame quererte cada día más y que mis debilidades y defectos solo sean una ocasión para luchar y estar más cerca de Ti. Señor, que en mi camino al cielo, me lleve también a muchas personas detrás, como el chofer del autobús que va lleno, que yo vaya llevando almas al gran destino, a la felicidad para siempre.
El apóstol Juan me recuerda a toda esta ilusión con la que te hablo en este momento. Era tan joven pero estaba tan seguro de seguirte desde que apareciste en su vida. Juan sabía de verdad que lo único que le esperaba en esta nueva aventura era felicidad. Tú sabías que Juan podía convertirse en un gran hombre y lo llamaste a ser tu discípulo.
Señor, me asusta decirte esto pero a mi también me puedes pedir lo que necesites. Juan estuvo contigo incluso al pie de la Cruz, ¿y yo, Jesús? ¿Dónde estoy? (Mira a Jesús en el Sagrario, háblale, aunque te dé miedo, dile que estás aquí para Él).
Después de tu muerte y resurrección Juan tampoco tuvo miedo de salir al mundo a hablar sobre Ti, sobre todo lo que vivió a tu lado. Cuanta más seguridad había en su testimonio, eran más quienes lo perseguían… Señor, dame esa fuerza a mi también. Justamente, cuando queremos a las personas compartimos con ellas nuestras alegrías también, ¿cómo me va a dar miedo hablar de Ti? Tú eres parte fundamental de mi vida.
En fin, Jesús, que yo, al igual que Juan, salga al encuentro del mundo entero por ti. Que no sea un “jóven de sofá” como dice el Papa Francisco, que esté dispuesto a dejar a un lado mi comodidad por la alegría que da compartir la vida contigo, con mis amigos, con mi familia y con todas las personas que pueda encontrar en el camino. Hay una gran cantidad de personas allá afuera esperando que alguien les hable de ti… Ven conmigo, Señor, estoy listo.
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