Su partida se conoce como el ejemplo perfecto de una "muerte feliz". Pocos datos se conocen sobre la vida de San José, el padre adoptivo de Jesús. Solo se le menciona unas cuantas veces en los evangelios, y jamás pronuncia una palabra.
No obstante, la mayoría de eruditos bíblicos creen que José falleció antes de la vida pública de Jesús. Esta creencia se debe a que José no estaba presente en la predicación, ministerio, muerte de Jesús, y, en el Evangelio de Juan, Jesús le confía su madre a alguien ajeno a la familia (Juan 19,27).
Teniendo en cuenta este argumento histórico, muchas tradiciones mantienen que José murió en brazos o en presencia de Jesús y María. Es una imagen hermosa, lo que ha motivado a la Iglesia a proclamar a José el santo patrón de una “muerte feliz”. Una revelación privada a una Santa dice asi:
Entonces, José, varón de Dios se giró hacia Cristo, nuestro Señor, y en una profunda reverencia, deseó postrarse ante Él. Pero el dulce Jesús se acercó y lo recibió en sus brazos y, reclinando su cabeza hacia él, José dijo: “Mi altísimo Señor y Dios, Hijo del eterno Padre, Creador y Redentor del Mundo, dad vuestra bendición a vuestros siervos y el trabajo de sus manos. Oh Misericordioso, perdona los errores que he cometido en vuestro servicio y relación. Le alabo y magnifico y lo represento eterno y comprensivo. Gracias por haberme elegido, con condescendencia inexpresable, para ser el esposo de tu Madre, que sea su grandeza y gloria mi acción de gracias para toda la eternidad”.
El Redentor del Mundo le dio su bendición y añadió: “Padre mío, descanse en paz y en la gracia de mi eterno Padre y mía, y para los profetas y santos que lo esperan en el limbo, lléveles las felices nuevas de la llegada de su redención”. Ante estas palabras de Jesús, y reclinado en sus brazos, el afortunado San José falleció y el propio Señor cerró sus ojos".
Ocurriera lo que ocurriese, José debió haber fallecido felizmente rodeado de la esposa e hijo más afectuosos del universo. A continuación se encuentra una breve oración a San José, donde se le pide que medie por nosotros para que nuestra muerte sea feliz.
¡Oh, bienaventurado José!,
que exhaló su último suspiro
entre Jesús y María,
concédeme la gracia,
oh José,
para que yo pueda respirar mi alma
en alabanza en espíritu,
si no puedo hacerlo de palabra:
“Jesús, María y José, os doy mi corazón y el alma mía”
Amén
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