"Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida... Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongara por un tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?".
Dios de bondad, consolador de los que lloran, tú que, lleno de compasión, acogiste las lágrimas que santa Mónica derramaba pidiendo la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por la intercesión de ambos, el arrepentimiento sincero de nuestros pecados y la gracia de tu perdón.
Santa Mónica, te rogamos intercedas para que tengamos un espíritu de oración incesante.
Santa Mónica, te ruego me enseñes a ser perseverante en mi fiel oración, como tú misma hiciste por el bien de tu hijo. Inspírame para comportarme de manera que no aumente la distancia entre mi hijo y Cristo, sino que solo atraiga suavemente hacia Su maravillosa luz.
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