Si después del bautismo eres atacado por el perseguidor, el tentador de la luz, tendrás materia de victoria. Te atacará sin dudas, ya que atacó al Verbo, mi Dios, engañado por la apariencia humana que le ocultaba la luz increada. No temas al combate. Opónele el agua del bautismo, opónele el Espíritu Santo en el que se apagan todos los rayos inflamados lanzados por el Maligno. (…)
Si te menciona una carencia que te afecta mucho, como lo hizo con Jesús, y te recuerda que tienes hambre, no aparentes ignorar sus propuestas. Enséñale lo que no conoce, la Palabra de vida, verdadero Pan enviado del cielo que da la vida al mundo.
Si te tiende la trampa de la vanidad, tal como lo hizo con Cristo en el pináculo del Templo, diciéndole «Tírate hacia abajo» para que manifestara su divinidad, ten cuidado de no caer por haber querido elevarte. (…)
Si te tienta por la ambición, mostrándote en una visión instantánea todos los Reinos de la tierra, como sumidos a su poder, y exige de ti la adoración, despréciale. Sólo es un pobre hermano. Dile, confiando en el sello divino: «Soy, yo también, imagen de Dios. ¡Todavía no fui precipitado como tú desde lo alto de mi gloria a causa del orgullo! Estoy revestido de Cristo, por mi bautismo he devenido otro Cristo. Es a ti de adorarme». Estoy seguro que se irá, vencido y mortificado por esas palabras.Viniendo de un hombre iluminado por Cristo, ellas serán percibidas por él como si emanaran de Cristo, luz suprema. He aquí las bondades que aporta el agua del bautismo, a los que reconocen su fuerza.
San Gregorio Nacianceno (330-390)
obispo y doctor de la Iglesia
Sermón 40 (Sermon XL, 10), trad. sc©evangelizo.org
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