No hay corazón que más descanse
que el que a la meta ha llegado,
y si es Dios lo alcanzado,
solo queda que de Amor se abrase.
Y no hay alma que más dicha tenga
que la que el mundo ha abandonado,
la que ha cruzado la puerta
de ese Cielo soñado.
Pero los que aquí quedamos
saboreamos la pena
que deja la ausencia de lo amado
y el corazón de dolor se llena.
El dolor deja su silencioso eco
en los corazones castigados
y estos se miran entre ellos
porque se sienten llamados.
Entonces, el dolor se viste de oración,
y esos afligidos corazones
se sienten llenados por el amor
mientras mueren sus desazones.
Sí, el dolor es esa oración
que, porque el corazón la rechaza,
Dios la graba a fuego en nuestra alma
.como recuerdo de su Redención.
Siempre saborearemos el dolor
cuando el corazón sienta una ausencia,
pero al compartir esa pena,
siempre, también, saborearemos el amor.
Que si el dolor es sufrimiento
que hiere a los corazones en vida,
es, también, ese momento
que los une y los hace familia.
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