El renombrado escritor francés André Frossard (1915-1995), comunista convertido, publicó un libro titulado Hay otro mundo, en el que evoca a la Virgen María. Huyendo de todo conformismo, sin burlarse ni de los sacerdotes, ni de las devociones, ni de las imágenes piadosas, contempla a la Virgen María en su deslumbrante pureza.
Escribe lo siguiente en las páginas 45 y 46: "El avemaría es a veces puesto en entredicho, incluso por predicadores que creerían en los hombrecitos verdes del planeta Marte con más gusto que en los ángeles... ¿Cuántas veces habremos sido advertidos sobre los excesos de una devoción cuyos efectos nos gusta describir y de cuyas expresiones nos gusta burlarnos, como si el siglo fuera propenso a las aberraciones místicas y como si hubiera ingenio para burlarse de tantas miserias y sufrimientos que se habrán retirado del mundo con sólo las cuentas del rosario, semilla de esperanza entre las manos?".
De este ardiente converso, iluminado por la gracia, recordemos las siguientes líneas: “Por la tarde, entre dos pisos encerados (Nota del editor: era soldado), rezaba mi Rosario, que me resultaba corto. No me cansaba de repetir esos «yo te saludo» que se vuelven maravillosamente meditativos cuando los dejas seguir su destino en lugar de retenerlos con tu rosario, como si estuvieran atados con una correa”.
Citado por Josse Alzin, en La voix de Beauraing del 11 de septiembre de 1976 (“La Voz de Beauraing”).
Escribe lo siguiente en las páginas 45 y 46: "El avemaría es a veces puesto en entredicho, incluso por predicadores que creerían en los hombrecitos verdes del planeta Marte con más gusto que en los ángeles... ¿Cuántas veces habremos sido advertidos sobre los excesos de una devoción cuyos efectos nos gusta describir y de cuyas expresiones nos gusta burlarnos, como si el siglo fuera propenso a las aberraciones místicas y como si hubiera ingenio para burlarse de tantas miserias y sufrimientos que se habrán retirado del mundo con sólo las cuentas del rosario, semilla de esperanza entre las manos?".
De este ardiente converso, iluminado por la gracia, recordemos las siguientes líneas: “Por la tarde, entre dos pisos encerados (Nota del editor: era soldado), rezaba mi Rosario, que me resultaba corto. No me cansaba de repetir esos «yo te saludo» que se vuelven maravillosamente meditativos cuando los dejas seguir su destino en lugar de retenerlos con tu rosario, como si estuvieran atados con una correa”.
Citado por Josse Alzin, en La voix de Beauraing del 11 de septiembre de 1976 (“La Voz de Beauraing”).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma