Qué difícil Señor se torna la vida cuando los días grises hacen que en
nuestro interior no reine la paz y el bienestar que viene de Ti.
Qué difícil subir montañas pedregosas que no responden a nuestros
ideales y creencias… y aun así seguir subiendo esperando un nuevo amanecer.
Qué difícil cuando parece que la naturaleza se pone en contra, cuando la
lluvia, el aire y la tempestad azota nuestro corazón haciéndonos creer que no
podemos seguir caminando porque las circunstancias nos lo impiden.
Qué difícil cuando pones alma, corazón y vida en todo aquello que vives
y haces… y no recibes el aplauso acogedor y fraterno del arco iris.
Qué difícil contemplar una flor, sencilla y pequeña, con ojos humildes,
ojos que admiren su belleza no sólo por su hermosura sino por la savia que fluye
en su interior.
Qué difícil perdonar las huellas que nos dañan, y aun así seguir
caminando, siempre caminando… con la esperanza de que esas huellas se difuminen
con el paso del tiempo y marquen un sendero claro.
Qué difícil, Señor, vivir en armonía con el hermano, con la vida,… sin
tener presente en todo momento el Amor que Tú nos invitas a acoger y
transmitir.
Tú nos conoces, Tú nos alientas, Tú nos empujas a avanzar, a luchar, a
creer, a vivir desde lo positivo, a perdonar…
Sólo desde Ti tiene sentido nuestro proyecto.
Sólo por Ti el universo gira y acompasa la experiencia de los años con
la libertad interior.
Haznos sensibles a tu voz, que sepamos encontrarte en la adversidad, en
la frialdad y en todo lo que vivimos con intensidad, con la certeza de que Tú
estás presente en todas las situaciones.
Abre nuestros oídos para escucharte, nuestra boca para denunciar lo
injusto y mueve nuestros pies para recordarnos que Tú y sólo Tú eres el centro
de nuestra vida.
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