San Agustín retaba a los paganos que retrasaban su conversión con
semejantes palabras:
“Si ya lo has pensado, si ya lo tienes decidido, ¿a qué esperar?
Hoy es el día, ahora mismo; no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’. Dejarlo
para luego es exponerse a dar marcha atrás; no todos los días estás decidido, no
a toda hora estás preparado para este paso”.
Pero no daban el paso, por temor a un cambio demasiado brusco; y, al verlos indecisos y afirmando que lo harían cualquier día, arremetía con una lógica de espada filosa: “Si ahora no te animas, ¿por qué dices y crees que lo harás algún día? No estés tan seguro, te costará más que hoy; quizás no tengas ya deseos del cambio; las fuerzas contrarias volverán a la carga”.
Pero no daban el paso, por temor a un cambio demasiado brusco; y, al verlos indecisos y afirmando que lo harían cualquier día, arremetía con una lógica de espada filosa: “Si ahora no te animas, ¿por qué dices y crees que lo harás algún día? No estés tan seguro, te costará más que hoy; quizás no tengas ya deseos del cambio; las fuerzas contrarias volverán a la carga”.
¿Por qué dices que alguna vez lo harás?,
¿tendrás oportunidad?,
¿seguirás con vida mañana?,
¿te dará Dios la gracia de la conversión?
Teme a Cristo que pasa y no vuelve.
Al demonio le encanta ilusionar a la gente y engañarla con la conversión de mañana; a Dios le gustan las cosas hoy y ahora: Hoy es el día de la conversión.
“Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón”.
P. Mariano de Blas, L.C.
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