Plaza España . 8 de diciembre de 2015
Virgen María, en este día de fiesta por
tu Inmaculada Concepción vengo a presentarte el homenaje de fe y de amor
del pueblo santo de Dios que vive en esta ciudad y diócesis.
Vengo en nombre de las familias, con sus
alegrías y fatigas; de los niños y de los jóvenes, abiertos a la vida; de los
ancianos, llenos de años y de experiencia; de modo especial vengo ante Ti de
parte de los enfermos, de los encarcelados, de quienes sienten más difícil el
camino.
Como Pastor vengo también en nombre de cuantos han llegado desde tierras lejanas en búsqueda de paz y de trabajo.
Bajo tu manto hay lugar para todos, porque Tú eres la Madre de la Misericordia.
Tu corazón está lleno de ternura hacia todos tus hijos: la ternura de Dios, que en Ti se ha encarnado y se ha hecho nuestro hermano, Jesús, Salvador de todo hombre y de toda mujer.
Mirándote, Madre Inmaculada, reconocemos
la victoria de la Divina Misericordia sobre el pecado y sobre todas sus
consecuencias; y se enciende de nuevo en nosotros la esperanza de una vida
mejor, libre de la esclavitud, rencores y miedos.
Hoy, aquí, en el corazón de Roma, sentimos tu voz de madre que llama a todos a ponerse en camino hacia esa Puerta, que representa a Cristo.
Tú dices a todos: «Venid, acercaos confiados; entrad y recibiréis el don de la Misericordia; no tengáis miedo, no sintáis vergüenza: el Padre os espera con los brazos abiertos para daros su perdón y acogeros en su casa.Venid todos a la fuente de la paz y de la alegría».
Te agradecemos, Madre Inmaculada, porque en este camino de reconciliación Tú no nos dejas caminar solos, sino que nos acompañas, estás cerca de nosotros y nos sostienes en toda dificultad.
Que Tú seas bendita, ahora y siempre, Madre. Amén.
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