El mundo fue creado por Dios a la medida
del hombre, y en el mundo podemos ver las realidades que nos rodean para sacar
enseñanzas espirituales y aplicaciones morales. Así lo hacía el Señor que, de
las cosas comunes y corrientes, y de la misma naturaleza, sacaba enseñanzas y
elaboraba esas hermosas parábolas y comparaciones.
Nosotros, como Iglesia y como humanidad, debemos aprender de la naturaleza, de las colonias y enjambres, manadas y colectividades de animales, cómo, unidos, triunfan y llevan a cabo la misión que Dios les asignó.
También tenemos que buscar la unidad en la Iglesia y en el mundo, porque muchas veces el demonio lleva la discordia dentro de la Iglesia y de las parroquias, de modo que cada grupo cree que es mejor que los demás, y que cada cual anuncia mejor el Evangelio que los demás.
No dejemos que el diablo siembre la división en nuestra Iglesia, porque, divididos, la derrota es segura. En cambio, unidos, venceremos, porque el que quiera luchar solo, quizás muy pronto claudique. Todos necesitamos de todos, porque Dios nos ha hecho solidarios, y quiere que todos formemos un solo rebaño bajo el Pastor.
Es cierto que cada uno tendrá errores, pero cada uno también tiene cosas buenas que rescatar, y eso es lo que tenemos que ver para buscar la unidad y defendernos del enemigo común, unidos; e incluso atacar unidos los bastiones del Mal.
Recordemos que allí donde hay división, ahí mismo está Satanás, y ya Jesús, hablando del reino del diablo, dijo que un reino dividido va a la derrota. También la Iglesia, dividida, va a una segura derrota. Abramos los ojos antes de que sea demasiado tarde, y dejemos de lado las envidias, los rencores, los juicios, y vayamos juntos a la batalla que se nos presenta, sin criticar, sino colaborando con nuestro poco o mucho para que el Bien triunfe en el mundo.
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