El pecado no parece tan grave, pues siempre el demonio trata de
mostrárnoslo encantador y apetecible, de modo que, como lo hiciera en el
Paraíso terrenal con Eva, muestra el pecado como tentador y sin ninguna
gravedad, incluso lo muestra como un bien.
Es por eso que uno a veces peca tan fácilmente, y vemos en el mundo que el pecado reina en la sociedad.
Sin embargo Dios no miente y no puede engañarnos, y nos ha dicho que por un solo pecado grave, se merece un infierno eterno de penas inconcebibles para el sentido humano. Y que por un pecado venial o leve, uno puede pasar siglos en el Purgatorio, si muere sin satisfacer a la Justicia divina.
Es lo mismo de siempre: el demonio muestra agradable el pecado, y nosotros, los hombres, caemos mil veces en sus trampas, y no aprendemos, sino que paulatinamente vamos apagando los remordimientos de conciencia, que son un don del Espíritu Santo que nos llama a salir del fango.
Pero como Adán y Eva después del pecado, también nosotros, después que hemos pecado, reflexionamos, pues generalmente después del pecado viene un momento de reflexión, y nos damos cuenta de que no merecía la pena. Pero la tentación es tentación, y cuando más uno la rechaza, tanto más provocativa se vuelve.
Esto hay que saberlo porque estamos en gran peligro ya que si pecamos mortalmente nos espera una eternidad de tormentos.
Y si queremos tener una visión justa de lo que significa y es el pecado, miremos a la Cruz de Cristo, lo que Dios mismo tuvo que sufrir para salvarnos de él.
Yo creo que si bien el tormento de los condenados será tremendo en los sentidos, y también por haber perdido a Dios; el mayor tormento será el haber desaprovechado el Sacrificio del Hijo de Dios que quiso salvarlos, y ellos, por un placer de pocas horas, han perdido todo para siempre, siempre, siempre.
Realmente se puede decir que el que peca es un loco, pues si tiene fe y sabe a lo que se expone pecando, tendría que temblar y estar más precavido.
Pero es que la fe es débil, y entonces las realidades no se ven como las ve Dios, en su verdad, y así el diablo arrastra al abismo a incontables almas. Que no sea la nuestra una de ellas.
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