La esperanza no es fingir que no existen los
problemas.
Es la confianza de saber que estos no son eternos,
que las heridas curarán y las dificultades se superarán. Es tener fe, es
nuestra fuente de fortaleza y renovación, en el Espíritu Santo dentro de
nosotros, que nos guiará desde la oscuridad hacia la luz.
Cuando el amor de tu vida no te quiere, cuando la
llamada que esperas nunca llega, cuando no consigues el trabajo que deseas, cuando
no recibes la invitación que esperabas... el mensaje no es que no te lo
mereces... el mensaje no es que no eres importante... El mensaje es que tu
mereces algo mejor como hijo del Altísimo.
Cada vez que sientas decepción por no recibir lo
que deseas o esperas, no lo veas como rechazo o mala suerte... simplemente
piensa que es una tremenda oportunidad a algo mucho mejor de lo que esperabas y
que Jesús tiene guardado para ti.
Nuestra vida está hecha de millones de momentos, vividos
de mil maneras diferentes. Algunos, buscamos amor, paz, armonía.
Otros, sobrevivimos día a día. Pero no hay
momentos más plenos que es aquel en el cual descubrimos que la vida, con sus
alegrías y sus penas, es mejor cuando la entregamos al Señor y la vivimos día a
día.
Este es el conocimiento que nos otorga la Verdad
más maravillosa que es Jesús. Aunque vivamos en una mansión de cuarenta
cuartos, rodeados de riqueza y siervos, o luchemos de mes en mes para pagar el
alquiler, tenemos el derecho como hijos de estar totalmente satisfechos,
agradecidos y vivir una vida con verdadero significado.
Día a día tenemos ese derecho que fue comprado en
la cruz del calvario, gozando cada momento y regocijándonos con cada bendición,
porque cada día es una nueva bendición y podemos empezar de nuevo y realizar
todos nuestros sueños con la ayuda de Jesús.
Cada día es nuevo, y si lo vivimos plenamente en
Él, podremos realmente gozar de la vida y vivirla en plenitud.
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