La luz que, en la en la oscuridad,
indica y asegura el sendero de la
auténtica vida,
de la gracia, frente al pecado,
de la bondad, frente al mal.
¡Ese es Jesús!
Razón de existencia,
Razón de existencia,
cuando languidecen las promesas del
mundo.
Noticia, y de la buena,
ante presagios inciertos o malos
augurios.
¡Ese es Jesús!
Golpea a la puerta, y sin imposición
alguna,
espera nuestra respuesta.
Viene para enseñarnos el rostro de Dios.
Un Dios vivo, eterno, divino y humanado.
Un Dios que, por darse tanto,
quiere caminar a una con nosotros,
aquí en la tierra, en nuestro pequeño
mundo.
¡Ese es Jesús!
El que, al nacer en Belén, con aliento
divino,
desplaza toda tiniebla y la noche
indefinida.
El que, siendo pequeño, nos hace
grandes.
El que, siendo grande, ante Él somos
pequeños.
¡Ese es Jesús!
Necesitado, como hombre, de nuestro cariño
Necesitado, como hombre, de nuestro cariño
y ofreciendo, como Dios, amor
eterno .
Recibiendo, como hombre, nuestras
ofrendas,
y repartiendo, como Dios, gracias
divinas.
¡Ese es Jesús!
La luz del mundo, aunque el mundo se resista.
La luz del mundo, aunque el mundo se resista.
La luz del hombre, aunque el hombre mire
a otro lado.
La luz del corazón,
aunque esté inclinado hacia otros
dioses.
¡Ese es Jesús!
Conocido y amado por millones de
hombres.
Acogido y rechazado por otros tantos.
Proclamado por miles de heraldos de
nuestro tiempo.
Aclamado y bendecido, renegado y
perseguido.
Pero, su luz, nunca la podrán sofocar
todos los destellos del mundo.
Amén.
P. Javier Leoz
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