Que perdonas, lo que el hombre no perdona.
Que olvidas, lo que el ser humano no olvida.
Que vas al fondo de las cosas, cuando nosotros,
nos quedamos satisfechos en lo superficial.
¿Qué tienes, Jesús?
¿Por qué te interesa el rescate del corazón
de las personas y, muy poco,
las historias que ocurrieron en ellas?
¿Por qué miras siempre al futuro, a nosotros,
nos gusta siempre mirar al pasado?
Tienes, Señor, la fuerza del amor de Dios.
Tienes, Señor, la garantía de quien te envía.
Tienes, Señor, la Ley del Amor, no la ley humana.
Tienes, Señor, compasión por el hombre.
Tienes, Señor, ojos que ven lo que nosotros no vemos.
Tienes, Señor, ojos que no ven, lo que nosotros,
frecuentemente, vemos, aunque no exista.
¿Qué tienes, Jesús?
Tienes la medida de Dios, muy distinta de la humana.
Tienes pensamientos divinos,
¡tan contrarios a los humanos!
Aborreces el pecado, y comprendes y amas al pecador.
¡Ahí estoy yo, Señor!
Soy pecador, pero muchas veces,
las más de las veces,
me convierto en duro juez, Señor.
Haz, que –aun teniendo razones para lanzar
la primera piedra– cuente hasta tres y hasta cien
para utilizar lo que es grande en Ti:
la misericordia
P. Javier Leoz
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