Oh, Señor, gracias por tus palabras
que nos dieron vida y por tu mano
que nos regalaron la salud.
Oh, Señor, gracias por tus gestos,
que nos hicieron pensar en la Salvación de Dios
y, por tus ojos, que nos llevaron a rumiar en lo eterno.
Gracias, Señor, por tus caminos,
que nos hicieron abandonar los nuestros,
egoístas y perdidos en sí mismos,
o colapsados del polvo, mentira y tristeza.
Después de tu tiempo, marcha Señor hacia el cielo,
pero, desde las alturas, no dejes de guiarnos.
Que, nuestras voces, necesitarán de tu voz,
que, nuestros pies, pedirán impulso de tu Espíritu
que, nuestro corazón, reclamará amor de tu Amor.
¡Marcha, Señor, pero acompáñanos!
Que, en tu Ascensión, queremos agarrarnos
nosotros para compartir y ansiar la eternidad.
Que, en tu Ascensión, nos dejas pistas y senderos
que conducen hacia esa Ciudad de Dios.
Que, después de tu trabajo, valiente y sincero,
mereces ser coronado y festejado en ese lugar,
cerca del Padre, en estancia feliz del cielo.
¡Marcha, Señor, pero acompáñanos!
Que, sin tu mirada, nuestras miradas caerán hacia el suelo.
Que, sin tu mano, nuestros ideales se cruzarán de brazos.
Que, sin tus palabras, nuestros labios se cerrarán en dique
seco.
Que, sin tu corazón, nuestros amores serán necios o
mezquinos.
¡Marcha, Señor, pero acompáñanos!
No te decimos, Señor, adiós sino ¡hasta pronto!
Porque, bien sabemos, amigo y Señor,
que todo lo que dices o prometes, siempre cumples.
Que, tarde o temprano, de mañana o en la oscura noche,
vendrás, regresarás, en definitiva vuelta hasta nosotros
para que se cumpla, de una vez para siempre,
la Salvación que todos creemos, rezamos,
añoramos y esperamos.
Amén.
¡Marcha, Señor, pero no te olvides de nosotros!
P.
Javier Leoz
celebrandolavida.org
Una entrada muy edificante y fervorosa.
ResponderEliminar¡Marcha, Señor, pero no te olvides de nosotros!
Un abrazo.