Alabado sea Jesucristo.
En las voces de nuestro hoy hay temor, confusión, división. En todas partes se habla de las crisis económicas, males morales, abusos a la dignidad humana y un desprecio abominable a Dios.
Hoy leíamos a primera hora de la mañana como España entra de nuevo en recesión. En distintas partes del mundo, asesinatos, robos y disturbios se hacen presentes.
La gente tiene miedo. Esa es la verdad, aunque muchos lo disimulen, y traten de esquivar la realidad que estamos viviendo con una visión algo borrosa. Pedimos paz, justicia, queremos bienestar. Y cuando eso es atacado, sentimos que nuestro barco zozobra.
La única manera de solucionar los males del mundo, junto con los esfuerzos humanos para conseguir un futuro próspero es abandonarnos a la Divina Misericordia como niños pequeños y débiles. Afortunadamente todos hemos sido niños. Todos sabemos lo que es sentirse frágil, bajo al amparo de nuestros progenitores. No teníamos más remedio que dejarnos guiar por ellos...O cuando subimos a un coche. Todos ponemos nuestra confianza en el conductor. De no ser así, no subiríamos.
Entonces, ¿Por qué nos cuesta tanto abandonarnos en las manos de Dios? Quizás por que nos creemos autosuficientes, sin necesidad de auxilio ni humano, ni Divino.
Jesús nos recordó a través de Santa Faustina, que el mundo no encontraría la paz hasta que todos tornásemos con confianza hacia Su Misericordia. Algunos ya lo han hecho. Pero quedan muchos que están vagando por el desierto de sus inquietudes, sin rumbo, sin saber a donde ir. E ignoran que esa búsqueda infatigable por encontrar aquello que "no saben muy bien que es", algo que anhelan, es ni más ni menos que Dios. Nuestro corazón debe descansar en Dios, pues Él nos creó y redimió.
Pongamos verdaderamente nuestras necesidades bajo al amparo del Santísimo, del Justo, de Jesucristo el Señor. Y con confianza filial, pidamos a María que nos proteja de los males presentes y futuros que podamos sufrir.
¿No sabía Cristo que no quedaría defraudado después de la muerte, sino que al tercer día resucitaría como predijo? Y no confiaba San José en la Divina Providencia en su viaje hacia Egipto?
Y que decir de María... ¿No puso toda su vida a disposición y guía de Aquel que se encarnó en su seno?
Si te parece difícil, vamos a pedirle a María Santísima que nos ayude a ti y a mi a cobijarnos con confianza bajo su protección.
Seamos sencillos pero a la vez astutos. Sigamos trabajando por la paz, sin miedo. El miedo es el mayor obstáculo para el seguimiento a Cristo. Lo fue para los discípulos, hasta que vieron al Tres veces Santo Resucitado. Y abandonémonos en los brazos abiertos de Jesucristo para que guíe nuestra vida según su disposición, y lleguemos unidos hasta el amanecer que todos esperamos.
Mientras navegamos juntos en tiempos difíciles, pero confiamos en que el barco no es timoneado por nosotros, sino que es Cristo el que nos guía hacia buen puerto.
Dios nos siga bendiciendo.
Tu hermano,
Alejandro María
En las voces de nuestro hoy hay temor, confusión, división. En todas partes se habla de las crisis económicas, males morales, abusos a la dignidad humana y un desprecio abominable a Dios.
Hoy leíamos a primera hora de la mañana como España entra de nuevo en recesión. En distintas partes del mundo, asesinatos, robos y disturbios se hacen presentes.
La gente tiene miedo. Esa es la verdad, aunque muchos lo disimulen, y traten de esquivar la realidad que estamos viviendo con una visión algo borrosa. Pedimos paz, justicia, queremos bienestar. Y cuando eso es atacado, sentimos que nuestro barco zozobra.
La única manera de solucionar los males del mundo, junto con los esfuerzos humanos para conseguir un futuro próspero es abandonarnos a la Divina Misericordia como niños pequeños y débiles. Afortunadamente todos hemos sido niños. Todos sabemos lo que es sentirse frágil, bajo al amparo de nuestros progenitores. No teníamos más remedio que dejarnos guiar por ellos...O cuando subimos a un coche. Todos ponemos nuestra confianza en el conductor. De no ser así, no subiríamos.
Entonces, ¿Por qué nos cuesta tanto abandonarnos en las manos de Dios? Quizás por que nos creemos autosuficientes, sin necesidad de auxilio ni humano, ni Divino.
Jesús nos recordó a través de Santa Faustina, que el mundo no encontraría la paz hasta que todos tornásemos con confianza hacia Su Misericordia. Algunos ya lo han hecho. Pero quedan muchos que están vagando por el desierto de sus inquietudes, sin rumbo, sin saber a donde ir. E ignoran que esa búsqueda infatigable por encontrar aquello que "no saben muy bien que es", algo que anhelan, es ni más ni menos que Dios. Nuestro corazón debe descansar en Dios, pues Él nos creó y redimió.
Pongamos verdaderamente nuestras necesidades bajo al amparo del Santísimo, del Justo, de Jesucristo el Señor. Y con confianza filial, pidamos a María que nos proteja de los males presentes y futuros que podamos sufrir.
¿No sabía Cristo que no quedaría defraudado después de la muerte, sino que al tercer día resucitaría como predijo? Y no confiaba San José en la Divina Providencia en su viaje hacia Egipto?
Y que decir de María... ¿No puso toda su vida a disposición y guía de Aquel que se encarnó en su seno?
Si te parece difícil, vamos a pedirle a María Santísima que nos ayude a ti y a mi a cobijarnos con confianza bajo su protección.
Seamos sencillos pero a la vez astutos. Sigamos trabajando por la paz, sin miedo. El miedo es el mayor obstáculo para el seguimiento a Cristo. Lo fue para los discípulos, hasta que vieron al Tres veces Santo Resucitado. Y abandonémonos en los brazos abiertos de Jesucristo para que guíe nuestra vida según su disposición, y lleguemos unidos hasta el amanecer que todos esperamos.
Mientras navegamos juntos en tiempos difíciles, pero confiamos en que el barco no es timoneado por nosotros, sino que es Cristo el que nos guía hacia buen puerto.
Dios nos siga bendiciendo.
Tu hermano,
Alejandro María
Gracias Alejandro por permitir publicar
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