Que el hombre, errante y sin rumbo,
sólo sabe vivir si es para disfrutar.
Que, la pasión del hombre de hoy,
no se clava en cruz que se eleva hacia el cielo.
Que, los sufrimientos del hombre de hoy,
no siempre son ofrecidos, al igual que los tuyos,
por causas nobles, santas y eternas.
Embellécenos, Señor, con tu Muerte
Porque, los caminos que elegimos,
se convierten en vías dolorosas de a ninguna parte
Porque decimos vivir bien, y morimos mal,
poseerlo todo y carecer de lo esencial,
aparentarlo todo y saber que, en el fondo,
estamos desnudos y sin nada.
Embellécenos, Señor, con tu Sangre
Sangre que sea manantial de Vida Eterna.
Sangre que, al juntarse con la nuestra,
la convierta en rio de gracia y de amor,
de ternura y de sacrificio, de perdón y de paz.
¡Necesitamos tanto tu sangre derramada, Señor!
Embellécenos, Señor, en tu Cruz
En ese madero donde, las pocas palabras,
nos elevan y nos hacen sentirnos más tuyos.
En esas traviesas donde, el amor sin límites,
es sacrificado, traicionado pero más Divino que nunca.
En ese mástil que, disparándose hacia el cielo,
nos indica el camino final de las buenas obras,
el premio merecido a todo combate por Dios,
la aureola que se impone a la perseverancia cristiana,
el abrazo del Creador a todo el que cumple
su voluntad antes que la propia.
Embellécenos, Señor, con tu Silencio.
Habla Tú, Señor, y muéstranos la luz de tu rostro.
Habla Tú, Señor, e indícanos el camino del amor.
Habla Tú, Señor, y no tengas en cuenta nuestros pecados.
Habla Tú, Señor, y ten misericordia de nosotros.
Habla Tú, Señor, y como al buen ladrón,
deja que, ahora más que nunca,
no nos olvides al dejar este mundo desagradecido.
Amén.
P. Javier Leoz
celebrandolavida.org
Bendecido viernes Santo , un abrazo en la distancia
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