Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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domingo, 31 de julio de 2011

Estamos tan apurados...

Diario vivir

En esta vida moderna estamos y andamos tan apurados, que nos olvidamos de socorrer a los que sufren y caen a nuestro lado, moribundos, sufrientes, desilusionados.
Hay un ejemplo muy lindo en el Evangelio, en la parábola del Buen Samaritano, que es ejemplo de lo que no debemos hacer. Porque a veces sucede que hasta estamos en las cosas de Dios, rezamos, vamos a Misa, comulgamos, pero nos olvidamos de socorrer a los pobres, a los enfermos, de enseñar al que está en la oscuridad de la ignorancia. Y entonces procedemos como ese sacerdote y ese levita de la parábola, que al ver al hombre herido, pasaron de largo; en cambio el samaritano lo socorrió.
También nosotros debemos seguir con las prácticas religiosas, pero dándole un corazón compasivo y misericordioso, para que esas prácticas nos lleven a ser más buenos y caritativos, ayudando a quien lo necesita.
A veces nos olvidamos hasta de nuestros propios parientes que sufren, y como la caridad bien entendida comienza por casa, es bueno que reveamos esa situación y pensemos si no podemos hacer algo al respecto para mejorar.
Tenemos que ser buenos y misericordiosos, porque nos conviene a nosotros mismos, puesto que Dios ha prometido que será misericordioso con quien haya practicado la misericordia.
No nos olvidemos que las apariencias engañan, y que en el pobre que nadie quiere, está Jesús en persona, y lo que le hacemos al pobre, se lo hacemos al mismo Cristo.
Tengamos presente que si ahora despreciamos y no socorremos a los pobres y necesitados, serán ellos los que estarán en la puerta del Cielo, esperándonos, para decirle al Señor que no nos deje pasar y que nos eche a las tinieblas.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


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