“Y no sólo José dormiría en el pecho de Jesús, pero innumerables veces Jesús se adormecería sobre el pecho de José, puesta su divina boca enfrente de aquel corazón, robándole, abrazándole, desmenuzándole y haciendo en él heridas de amor, y José le guardaría el sueño contemplando los misterios de Cristo encerrados, afervorándose más en amor; y con la grandeza de tan alta oración llegaría al sueño del Tardemach, que es el éxtasis o rapto” (Jerónimo Gracián, Josefina, Libro II, capítulo III).
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