(Ct 2,10)
“Levántate, Amada mía y ven” (Ct 2,10). No basta levantarte de tu caída, dice el Esposo, avanza y progresa en el bien hasta el final de tu carrera hacia la virtud. Lo enseña la historia del paralítico. El Verbo no sólo lo hace levantar de su camilla, sino que lo anima a caminar (Mt 9.5). El movimiento de caminar, pienso que significa la progresión y crecimiento en el bien.
“Levántate y ven”, ¡qué fuerza en esta orden! La voz de Dios es realmente una voz de poder, dice el salmista “Él hace oír su voz poderosa” (Sal 68,34) y “Porque él lo dijo, el mundo existió, él dio una orden y todo subsiste” (Sal 32,9). En el Cantar, dice también a la que se ha acostado “Levántate y ven” y enseguida su palabra deviene acto. A penas ella recibió la fuerza del Verbo, ella testimonia del Verbo que la llama “Levántate, Amada mía y ven, mi paloma” (Ct 2,13-14). (…)
Lo mismo que la Esposa había tomado la apariencia de la serpiente cuando yacía en tierra y fijaba los ojos sobre él, igualmente en cuanto ella se levantó y tornó su rostro hacia el Bien, rechazando el mal, ella toma la apariencia del que contempla. Se vuelve hacia la belleza arquetipo y aproximándose a la luz, se transforma en luz. En la luz, refleja la hermosa forma de la paloma y la forma de paloma revela la presencia del Espíritu Santo.
San Gregorio de Nisa (c. 335-395)
monje, obispo
“Levántate, Amada mía y ven” (La Colombe et la Ténèbre, Cerf, 1992), trad. sc©evangelizo.org
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