"Vuelve tus ojos, de amigo y de hermano,
e infunde en nosotros sentimientos de paz,
de fraternidad y de justicia, que son semillas divinas.
Camina por la senda donde los peregrinos caemos,
donde los pies vacilantes, dicen ¡basta! y ya no caminan;
donde el rostro se arruga, decepcionado y cansado de la vida.
Piensa por aquellos que no pensamos más que en lo propio;
por aquellos que sólo miramos el lado humano de las cosas,
por aquellos que nos perdemos lejos de Ti,
y olvidamos tu semblante afable, feliz y regio.
Bendice, Corazón de Jesús, reflejo del amor de Dios;
a los que te buscan y no te encuentran,
a los que dudan y vacilan en la fe,
a los que lloran sin consuelo ni mano amiga,
a los que sólo saben de dolores y caminan bebiendo la copa de la hiel.
Haz nuestro corazón, semejante al tuyo:
con los mismos sentimientos y donde circule la misma sangre,
con el mismo ritmo e igual movimiento,
con idéntica salud e inquebrantable fortaleza,
con amor sincero y entrega verdadera,
con audacia, valentía y mansedumbre,
con alegría y paz que, sabemos, son estelas divinas.
Y cuando las luchas de los días golpeen nuestra carne,
¡danos la vitamina y el tesón de la fe!,
el brillo de la esperanza y el abrigo de la caridad
para que no olvidemos tus santas y buenas promesas.
Corazón de Jesús:
pon paz en nuestras familias y consuelo en todas contradicciones;
ayuda en el día a día e infunde serenidad en el atardecer de nuestra existencia;
bendice cuantos proyectos emprendamos y perdón por nuestros pecados;
llévanos, cara a cara, con los que están fríos para creer en Ti
y danos alegría y optimismo para todos tus sacerdotes.
Que tu imagen, tu cruz, sea en nuestras casas, en nuestro pecho y en nuestro corazón
signo de que eres importante para nuestras decisiones
y la persona más querida en nuestro hogar:
referencia en nuestro ser, vivir y obrar.
¡Gracias, amigo y Señor!"
P. Javier Leoz
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