Tiembla la tierra como si le hubieran arrancado el alma o herido el corazón y lanza un estremecedor grito llamando a las sombras para que sean dueñas y roben la vida del Sol.
El aire se llena de lamentos, de confusos alaridos en los que se funde la tragedia y la desesperación.
Golpes de pecho que dejan un dolorido eco que suena a castigo mientras un furioso viento envuelve y mezcla todos esos sentimientos que nacen de una injusta tragedia.
Esa misma tierra que está saboreando la muerte abre los oscuros rincones de su vientre y resucita aquellos cuerpos y almas que esperaban la Vida.
Y en medio de este holocausto en el que unas almas aterradas huyen y otras, felices, buscan el Cielo, se dibuja en la cima del Calvario una cruz: la del Cristo Nazareno.
La cabeza, inclinada, descansa sobre un pecho que siente la soledad de un corazón muerto y la ausencia de un Alma que ha descendido a los infiernos para liberar a quienes esperaban este momento.
Su cuerpo, hace un instante tembloroso, ya descansa de su sufrimiento.
La sangre, aún caliente, resbala sobre una piel, o lo que queda de ella, que ya no siente las heridas.
Cristo ha muerto y, poco a poco, se hace el silencio.
Solo resuenan aislados llantos, pisadas que se retiran con la conciencia herida, la fría y metálica voz de las armas que recogen los romanos; hasta aquellas triunfantes sonrisas de los fariseos labios asoman dubitativas y con cierta vergüenza.
Los hay que no quieren volver la vista al cruel escenario, los hay que no ven lo que miran porque el dolor les ciega, y los hay, como María, que no apartan sus ojos del Hijo aunque una espada le esté traspasando el alma.
¡Qué lejos queda esa anunciada esperanza de la Resurrección!
En medio de ese humano dolor, no hay corazón que lo resista ni alma que vea, en el Cielo, a ese crucificado Dios; salvo la de María, aunque sea presa del materno dolor.
Pero hoy solo es día de masticar ese silencio que deja la muerte de Dios.
Sí, llegará el momento que haga olvidar, comprender esta tragedia, pero, hoy, también mi alma la ocupan las sombras y suena en ella el confuso eco de una conciencia herida, de gemidos, de lamentos, de suspiros, de tragedia, de...
Y en medio de este holocausto, se dibuja, en la cima del Calvario, una cruz: la del Cristo Nazareno.
Cristo ha muerto.
Se hace el silencio......