Las obras del Amor son siempre grandes, aunque se trate de cosas
pequeñas en apariencia. Dios se ha acercado a los hombres, pobres criaturas, y
nos ha dicho que nos ama: "Deliciæ meæ esse cum filiis hominum",
"mis delicias son estar entre los hijos de los hombres". El Señor nos
da a conocer que todo tiene importancia, incluso esas acciones que calificamos
de poca categoría. Nada se pierde. Ningún hombre es despreciado por Dios.
Todos, siguiendo cada uno su propia vocación, estamos llamados a participar del
reino de los cielos.
Eso nos enseña la vida de San José: sencilla, normal y ordinaria, hecha de años de trabajo siempre igual, de días humanamente monótonos, pero de inmenso valor, el valor de una vida sencilla de trabajo cara a Dios, en total cumplimiento de la divina voluntad.
("En el taller de José", de san Josemaría Escrivá)
Eso nos enseña la vida de San José: sencilla, normal y ordinaria, hecha de años de trabajo siempre igual, de días humanamente monótonos, pero de inmenso valor, el valor de una vida sencilla de trabajo cara a Dios, en total cumplimiento de la divina voluntad.
("En el taller de José", de san Josemaría Escrivá)
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