Conquistar a Dios consiste en dejarse conquistar por Él. A Dios se
le puede asumir, se le puede acoger, porque Dios es fundamentalmente objeto de
fe.
El hombre en la Biblia siempre luchó con Dios, y ¡oh contraste!, para triunfar en este singular combate es preciso ser atacado y vencido, como Jacob aquella noche.
Hubo alguien que llegó a la Casa del Padre y nos dijo que el Padre es como una esmeralda que despide una luz diferente a nuestra luz. Y de tal resplandor, que vale la pena vender todo para poseer ese tesoro.
Y ante nuestros ojos, Jesús nos presentó al Padre como un crepúsculo bellísimo, como una amanecer resplandeciente, y encendió en nuestros corazones la hoguera de una infinita nostalgia por Él, porque el Padre es mucho más grande, admirable, magnífico e incomparable que todo lo que podíamos pensar, soñar, concebir o imaginar.
(Fray Ignacio Larrañaga, "El silencio de María")
El hombre en la Biblia siempre luchó con Dios, y ¡oh contraste!, para triunfar en este singular combate es preciso ser atacado y vencido, como Jacob aquella noche.
Hubo alguien que llegó a la Casa del Padre y nos dijo que el Padre es como una esmeralda que despide una luz diferente a nuestra luz. Y de tal resplandor, que vale la pena vender todo para poseer ese tesoro.
Y ante nuestros ojos, Jesús nos presentó al Padre como un crepúsculo bellísimo, como una amanecer resplandeciente, y encendió en nuestros corazones la hoguera de una infinita nostalgia por Él, porque el Padre es mucho más grande, admirable, magnífico e incomparable que todo lo que podíamos pensar, soñar, concebir o imaginar.
(Fray Ignacio Larrañaga, "El silencio de María")
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