jueves, 23 de agosto de 2018
Nadie encontró a Cristo sin que Cristo primero lo hubiera encontrado:
la persistencia de su amor me despertó;
la armonía de su voz me puso en camino;
la luz de su mirada me dio la claridad;
el dolor de sus lágrimas me hizo entender la gravedad del pecado;
el esplendor de su sonrisa destruyó mi miedo;
el brillo de su Sangre me enseñó lo que soy:
amado, redimido, discípulo en camino, hijo de la Santa Iglesia, heredero de la gloria.
Católicos De Corazón Y Vida
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