Lo que destaca de todo el ministerio apostólico de San Luis María
Grignion de Monfort es su gran secreto para atraer las almas y dárselas a
Jesús, es la devoción a María. En ella, él funda toda su acción, en ella está
toda su seguridad y no hubiese podido encontrar arma más eficaz en su época
A la austeridad sin la alegría, a la sombra del terror, a la
orgullosa depresión del jansenismo, se opone el amor filial, confiado,
ardiente, expansivo y afectivo del devoto servidor de María hacia la que es el
refugio de los pecadores, la Madre de la divina Gracia, nuestra vida, nuestra
dulzura, nuestra esperanza.
También nuestra abogada, abogada que situada entre Dios y el
pecador está avocada a implorar la clemencia del juez para doblegar su
justicia, para llegar al corazón del culpable y vencer su obstinación.
En su convicción y en su experiencia de esta misión de María, el
misionero declaraba con simplicidad pintoresca que “ningún pecador le resiste,
una vez que ella lo ha atrapado con su rosario.”
Discurso a los peregrinos reunidos en Roma por la beatificación de San Luis María Griñón de Monfort
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