Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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viernes, 7 de julio de 2017

No nos cansemos de hacer el bien





Muchas veces hacemos el bien y parece que nadie lo nota. Entonces nos llega el momento en que se nos caen los brazos y queremos abandonar y dejar de hacer el bien.
 
Pero debemos saber que si ningún mortal nota el bien que hacemos, hay quienes sí lo notan. En primer lugar lo nota Dios, que nos bendice por el bien realizado y nos premia, ya en este mundo, ya en el mundo futuro.

Y también otro que nota el bien que hacemos es el diablo, y pone todo su esfuerzo en desmoralizarnos para que dejemos de obrar el bien. Nos pone frente a nosotros todo el bien que hemos realizado, y la poca o ninguna repercusión que hemos tenido. Y así nos sugiere y susurra: “¿Para qué seguir haciendo esto o aquello por esta o aquella persona? ¿No ves que no sirve para nada? ¿No ves que no te lo agradecen?”
Y ésta es la técnica que usa el Maligno para infundirnos el desánimo y que nos acobardemos y dejemos de hacer lo bueno. También ha usado este método con Jesús, mostrándole para cuántos hombres sería inútil Su sacrificio en la Cruz. Y eso era una realidad, pues para muchas personas es inútil la Redención.
 
Pero ¿cómo respondió el Señor?, continuando su camino como si se salvaran todos los hombres.
 
También nosotros debemos continuar haciendo el bien, sin prestar oídos al tentador que nos quiere amilanar y asustar para que desistamos de hacer el bien. Y aunque sean pocos los que se beneficien de lo que hacemos, al menos tenemos el consuelo de que la obra realizada la ve Dios, y es Dios quien nos premiará. Porque Dios no premia tanto por el fruto obtenido, sino más bien premia por el trabajo y el esfuerzo puesto en realizar esa obra, aunque tenga pocos frutos.
Aprendamos de los Santos, que hacían todo a la vista de Dios y no para ser vistos y agradecidos por los hombres. Santa Teresa de Jesús barría los lugares más escondidos de su celda, que los hombres no miraban, pero que sí veía Dios.
 
Y así hay que hacer, actuar y obrar para Dios. Entonces no bajaremos los brazos cuando el desagradecimiento o la indiferencia nos lleguen de nuestro prójimo beneficiado.
 
Y recordemos que siempre es el amor el motor: amor a Dios y amor a los hombres. Si hacemos todo por amor, entonces no nos cansaremos de hacer el bien

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