Practicamos esta devoción rezando, todos
los días, siete veces el Avemaría mientras meditamos los siete dolores de María
(un Avemaría en cada dolor).
María quiere que meditemos en sus
dolores. Por eso al rezar cada Avemaría es muy importante que cerrando nuestros
ojos y poniéndonos a su lado, tratemos de vivir con nuestro corazón lo que
experimentó su Corazón de Madre tierna y pura en cada uno de esos momentos tan
dolorosos de su vida. Si lo hacemos vamos a ir descubriendo los frutos buenos
de esta devoción: empezaremos a vivir nuestros dolores de una manera distinta y
le iremos respondiendo al Señor como Ella lo hizo.
Comprenderemos que el dolor tiene un
sentido, pues ni a la misma Virgen María, la Madre “tres veces admirable”, por
ser Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo,
Dios la libró del mismo.
Si María, que no tenía culpa alguna,
experimentó el dolor, ¿por qué no nosotros?
PROMESAS DE LA VIRGEN
A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES
Siete gracias que la Santísima Virgen
concede a las almas que la honran diariamente (considerando sus lágrimas y
dolores) con siete Avemarías. Santa Brígida.
1º. Pondré paz en sus familias.
2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.
6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.
2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.
6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.
LOS SIETE DOLORES DE
LA VIRGEN
1º. La profecía de
Simeón (Lc. 2, 22-35) ¡Dulce Madre mía! Al
presentar a Jesús en el templo, la profecía del anciano Simeón te sumergió en
profundo dolor al oírle decir: “Este Niño está puesto para ruina y resurrección
de muchos de Israel, y una espada traspasará tu alma”. De este modo quiso el
Señor mezclar tu gozo con tan triste recuerdo. Rezar Avemaría.
2º. La persecución de
Herodes y la huída a Egipto (Mt. 2, 13-15) ¡Oh
Virgen querida!, quiero acompañarte en las fatigas, trabajos y sobresaltos que
sufriste al huir a Egipto en compañía de San José para poner a salvo la vida
del Niño Dios. Rezar Avemaría.
3º. Jesús perdido en
el Templo, por tres días (Lc. 2, 41-50)
¡Virgen Inmaculada! ¿Quién podrá pasar y calcular el tormento que ocasionó la
pérdida de Jesús y las lágrimas derramadas en aquellos tres largos días?
Déjame, Virgen mía, que yo las recoja, las guarde en mi corazón y me sirva de
holocausto y agradecimiento para contigo. Rezar Avemaría.
4º. María encuentra a
Jesús, cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4ª
estación) Verdaderamente, calle de la amargura fue aquella en que encontraste a
Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo
responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer.
¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor. Rezar
Avemaría.
5º. La Crucifixión y
Muerte de Nuestro Señor (Jn. 19, 17-30)
María, Reina de los mártires, el dolor y el amor son la fuerza que los lleva
tras Jesús, ¡qué horrible tormento al contemplar la crueldad de aquellos
esbirros del infierno traspasando con duros clavos los pies y manos del
salvador! Todo lo sufriste por mi amor. Gracias, Madre mía, gracias. Rezar
Avemaría.
6º. María recibe a
Jesús bajado de la Cruz (Mc. 15, 42-46) Jesús
muerto en brazos de María. ¿Qué sentías Madre? ¿Recordabas cuando Él era
pequeño y lo acurrucabas en tus brazos?. Por este dolor te pido, Madre mía,
morir entre tus brazos. Rezar Avemaría.
7º. La sepultura de
Jesús (Jn. 19, 38-42) Acompañas a tu Hijo al
sepulcro y debes dejarlo allí, solo. Ahora tu dolor aumenta, tienes que volver
entre los hombres, los que te hemos matado al Hijo, porque Él murió por todos
nuestros pecados. Y Tú nos perdonas y nos amas. Madre mía perdón, misericordia.
Rezar Avemaría.
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