«Oh Rosario bendito de
María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los
Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el
común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de
la agonía. Para Ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro
de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh
Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de
los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el
Cielo».
"...Hoy, primer
día de octubre, desearía detenerme en dos aspectos que, en la
comunidad eclesial, caracterizan este mes: la oración del
Santo Rosario y el compromiso por las misiones. El día 7 celebraremos la fiesta de la Virgen
del Rosario, y es como si, cada año, Nuestra Señora
nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan
sencilla y profunda. El amado Juan Pablo II fue gran
apóstol del Santo Rosario: le recordamos arrodillado
con la corona entre las manos, inmerso en la contemplación de
Cristo, como él mismo invitó a hacer con la Carta Apostólica
«Rosarium Virginis Mariae».
El Rosario es oración contemplativa y cristocéntrica,
inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la
oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe,
en el seguimiento de Jesús, precedido por María. Deseo
invitaros, queridos hermanos y hermanas, a rezar el Rosario
durante este mes en familia, en las comunidades y en las
parroquias por las intenciones del Papa, por la misión de la
Iglesia y por la paz del mundo..."
(Benedicto XVI. Ángelus. Domingo
1 de octubre 2006)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma