Mientras hay lucha, lucha ascética, hay vida interior. Eso es lo que nos
pide el Señor: la voluntad de querer amarle con obras, en las cosas
pequeñas de cada día. Si has vencido en lo pequeño, vencerás en lo
grande. (Via Crucis, 3ª Estación, n. 2)
Debo preveniros ante una asechanza, que no desdeña en emplear
Satanás -¡ése no se toma vacaciones!-, para arrancarnos la paz. Quizá en algún
instante se insinúa la duda, la tentación de pensar que se retrocede
lamentablemente, o de que apenas se avanza; hasta cobra fuerza el
convencimiento de que, no obstante el empeño por mejorar, se empeora. Os
aseguro que, de ordinario, ese juicio pesimista refleja sólo una falsa ilusión,
un engaño que conviene rechazar. (…) Acordaos de que la Providencia de Dios nos
conduce sin pausas, y no escatima su auxilio -con milagros portentosos y con
milagros menudos- para sacar adelante a sus hijos.
Militia est vita hominis super terram, et
sicut dies mercenarii, dies eius, la vida del hombre sobre la
tierra es milicia, y sus días transcurren con el peso del trabajo. Nadie escapa
a este imperativo; tampoco los comodones que se resisten a enterarse: desertan
de las filas de Cristo, y se afanan en otras contiendas para satisfacer su
poltronería, su vanidad, sus ambiciones mezquinas; andan esclavos de sus
caprichos (...).
Renovad
cada mañana, con un serviam!
decidido -¡te serviré, Señor!-, el propósito de no ceder, de no caer en la
pereza o en la desidia, de afrontar los quehaceres con más esperanza, con más
optimismo, bien persuadidos de que si en alguna escaramuza salimos vencidos
podremos superar ese bache con un acto de amor sincero. (Amigos de Dios, 217)
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