El dogma de la Inmaculada Concepción no dice que María no podía pecar.
Pero María no pecó porque por su voluntad y su libertad, obradas por la gracia
preveniente, siempre dijo que no al pecado.
Lumen Gentium (n°65) concluye que “María, íntimamente presente en la historia de la Salvación, reúne y refleja en ella misma, de cierta manera, las reclamaciones supremas de la fe”. Su fe tiene pues un valor real, y da un fruto que permanece.
La Inmaculada Concepción enseña “que no es en absoluto una persona humana que puede entablar la Redención por su propia fuerza, pero su “sí” totalmente integrado en la iniciativa y el amor divino que le habita […]. La gracia no cancela la libertad, la crea”.
Lumen Gentium (n°65) concluye que “María, íntimamente presente en la historia de la Salvación, reúne y refleja en ella misma, de cierta manera, las reclamaciones supremas de la fe”. Su fe tiene pues un valor real, y da un fruto que permanece.
La Inmaculada Concepción enseña “que no es en absoluto una persona humana que puede entablar la Redención por su propia fuerza, pero su “sí” totalmente integrado en la iniciativa y el amor divino que le habita […]. La gracia no cancela la libertad, la crea”.
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