Voy a estar con
Aquel que me sigue aguardando
y, estando con Él,
sentir que me sigue amando.
Voy a gustar lo
que, el ruido y la responsabilidad,
no me ha permitido
disfrutar totalmente.
Voy a rezar por
todos y cada uno de vosotros,
pues, sé muy bien,
que en el silencio y en la soledad
os tendré a todos,
sin yo saberlo,
con nombre y
apellidos,
delante de un DIOS
que, sin abrir yo mis labios,
sabrá de antemano
por el amor que le profeso
lo que le llevo en
mi corazón guardado.
Voy a estar con el
que, desde hace muchos años,
sé que me quiere
tal y cómo soy.
Voy a descubrir,
ahora con más fuerza,
lo que, de mi puño
y letra,
brotó en horas de
contemplación,
reflexión, estudio
y pensamiento:
Él es mi DIOS y a
Él le adoraré hasta mis últimos días.
Él es mi SEÑOR y he
intentado guiar su barca.
Él es mi ESPÍRITU
y, conoce muy bien,
que esta hora
estaba marcada certeramente
y con exactitud en
su reloj divino.
Voy, con mis
sandalias de pescador desgastadas,
tras haber
recorrido con dificultades y debilidad,
los caminos del
mundo gozoso y sufriente.
Voy, sin mi cayado,
porque bien sé
que necesita de
manos más vigorosas,
y con más salud
vitalidad corporal
que os indiquen en
tiempos de combate,
y de cambios los
apriscos y senderos
que conducen al
Evangelio.
Voy, más no huyo,
sino que cumplo una y otra vez,
lo que ha sido la
clave de mi consagración al Creador:
por amor y
obediencia fui.... y por amor y obediencia me voy.
Me voy, pero detrás
de mí se queda Aquel,
por el que intenté
serviros como padre, amaros como pastor,
enseñaros como
maestro e iluminaros desde el Espíritu.
Me voy... pero
queda la gran obra del Señor: su Iglesia.
Por su bien, por
ella, con ella y en ella me voy y estoy.
P. Javier Leoz
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