La gracia.
El hombre que vive en gracia de Dios tiene al mismo Dios habitando en su alma. En cambio quien está en pecado mortal pertenece a un reino inferior y ve las cosas solo en forma natural y no sobrenatural.
Por eso quien vive en pecado no entiende las cosas de Dios e incluso persigue a los santos y a los elegidos del Señor, porque la soberbia le impide ver lo que un alma en gracia ve claramente.
Si miramos cómo está el mundo hoy, nos daremos cuenta que la crisis es una crisis de gracia, porque muchísimos son los que están privados de la gracia santificante y entonces son hombres carnales, más cercanos al reino animal que al Reino de Dios.
Cuando perdemos un objeto de valor nos preocupamos y revolvemos cielo y tierra para encontrarlo. Pero cuando por el pecado mortal perdemos la gracia de Dios, lo tomamos como cosa de nada, siendo que es lo más importante, nuestro más valioso tesoro, sin el cual no valemos nada ante Dios. Porque la gracia es lo que nos hace hijos de Dios, ciudadanos del Cielo y herederos de la felicidad sin fin.
Cuando perdemos la gracia, lo hemos perdido todo, ya que inútilmente el Padre nos ha creado, el Hijo nos ha redimido y el Espíritu Santo nos ha santificado, puesto que ya sin la gracia no valemos nada.
Cuidemos este tesoro de valor incalculable, en nosotros y en los hermanos, y busquemos por todos los medios aumentar la gracia en nosotros a través de los Sacramentos, la oración y las buenas obras, y hagamos que nuestros prójimos también crezcan en gracia, y la recuperen si la han perdido.
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