Recuerdo, muy tierno Padre, una sierva de Dios [santa Catalina] a quien fue revelado cuánto le es agradable lo que hacemos por la Iglesia, y os lo digo a fin de que sea alentado a sufrir por ella.
Sé que en una ocasión esta sierva de Dios deseaba ardientemente dar su sangre, destruir y consumir todo lo que estaba en ella en favor de la Esposa de Cristo, en favor de la santa Iglesia. Ella aplicaba su inteligencia en comprender su nada y la bondad de Dios para con ella. Veía que Dios, por amor, le había dado el ser, y todas las gracias, todos los dones que le había añadido a este. Viendo este amor y gustando de él, este abismo de caridad, no veía otro modo de agradecer a Dios que de amarlo. Pero como ella no podía serle útil, no podía probarle su amor, buscaba amar por él algo que le permitiese mostrarle su amor. Veía que Dios ama de un amor infinito la criatura racional, y este amor, ella lo encontraba en sí misma y en todos los hombres, puesto que todos somos amados por Dios : de esta manera, tenía un medio de mostrar si amaba o no a Dios, ya que así podía serle útil. Entonces, se entregaba con ardor a la caridad hacia el prójimo, y sentía tal amor por la salvación de este, que alegremente hubiera dado su vida para obtenerla. (...)
Entonces esta alma, viendo tanta grandeza y profundidad en la bondad de Dios, y lo que ella debía hacer para agradarle más, aumentaba más y más el ardor de su deseo ; le parecía que si hubiese podido dar su vida mil veces al día hasta el juicio final, habría sido menos que una gota de vino en el mar ; y ésta es también la verdad.
Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Carta 85 a Nicolás de Osimo, n° 39 (trad. Cartier; Téqui, 1976, tomo 1; p. 581-584).evangelizo.org
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