Pablo escribe: “Dios que dijo: “Brille la luz en medio de las tinieblas”, es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones…” (cf. 2 Cor 4,6). ¿A qué otra concepción de Dios invita, sino al Dios que habita la luz inconcebible y que nunca hasta ahora ningún hombre vio? Porque es él, supra-esencial e increado, que se hizo carne y se mostró a mí como criatura, divinizándome totalmente, asumiéndome de forma maravillosa. (…)
Los que han recibido a Dios gracias a la fe y merecieron el nombre de dioses, engendrados por el mismo Espíritu, ven al Padre que no cesa de habitar la luz inaccesible. Lo tienen en ellos mismos, en ellos habita permanentemente y ellos habitan en él, en el absolutamente inaccesible.
He aquí la fe verdadera, la obra de Dios, el sello de los cristianos, la comunión con Dios, la participación, la anticipación divina, la vida, el Reino. He aquí la vestimenta, el vestido del Señor que los bautizados revisten por la fe. No sin su conocimiento, ni inconscientemente. Te lo digo: es gracias a la fe, a sabiendas y conscientemente. (…)
Hermano mío, una vez convertido enteramente de este modo, ven y permanece con nosotros sobre la montaña del conocimiento divino, de la contemplación divina. ¡Juntos escucharemos la voz del Padre!
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022)
monje griego
Himno, 52 (SC 196. Hymnes III, Cerf, 2003), trad. sc©evangelizo.org
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