(Jn 16,20)
[Santa Hildegar de presenta una visión en la que vicios y virtudes dialogan]
-Tristeza: “¡Qué pena! ¿Por qué fui creada, por qué estoy en vida? ¿Quién me ayudará? ¿Quién me liberará? Si Dios me conociese, yo no correría tantos peligros. Me fié de Dios pero no me ha dado la felicidad. Aunque me regocije con él, no aleja de nosotros las penas…Si es mi Dios, ¿por qué me priva de su gracia? Si me diera un bien, lo sabría. Mas no sé lo que soy. Creada en la desgracia, nacida en la desgracia, vivo sin consuelo. ¿Para qué sirve una vida sin alegría?”
-Alegría celestial: “Dios creó al hombre pleno de luz… ¡Considera qué prosperidad dio Dios al hombre! ¿Quién te da lo que tienes si no Dios? Cuando la salvación está acá por ti, dices que es una maldición y cuando todo va bien, dices que todo va mal. Alabo todas las obras de Dios, ellas son para ti fuente de pena. Mientras tú estás triste en todas tus acciones, yo confío a Dios mis tristezas. En cierta tristeza, hay alegría; cierta alegría, no beneficia…
(…) Sin el soplo espiritual todas las fuerzas vivas se secan. Un alma triste recibe todo con tristeza y no desea encontrar ninguna alegría. No llama a un amigo con alegría, no calma al enemigo, se esconde en el agujero de las penas porque tiene miedo de todos los que pasan. Está como muerta, porque no aspira al cielo.
Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179)
abadesa benedictina y doctora de la Iglesia
El Libro de las Obras Divinas, 6 (in “Hildegarde de Bingen, Prophète et docteur pour le troisième millénaire”, Béatitudes, 2012), trad. sc©evangelizo.org
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