San José nos invita a abrazar la Cruz, para derrotar así al maligno, que insiste: "sálvate a ti mismo".
“Es verdad que hay algo de la Cruz que es parte integral de nuestra condición humana, del límite y de la fragilidad.
Pero también es verdad que hay algo, que sucede en la Cruz, que no es inherente a nuestra fragilidad, sino que es la mordedura de la serpiente, la cual, al ver al crucificado inerme, lo muerde, y pretende envenenar y desmentir toda su obra.
La mordedura de la serpiente busca escandalizar, inmovilizar y volver estéril e insignificante todo servicio y sacrificio de amor por los demás.
Y en esta mordedura, cruel y dolorosa, que pretende ser mortal, aparece finalmente el triunfo de Dios.
San Máximo el Confesor nos hizo ver que con Jesús crucificado las cosas se invirtieron: al morder la Carne del Señor, el demonio no lo envenenó —sólo encontró en Él mansedumbre infinita y obediencia a la voluntad del Padre— sino que, por el contrario, junto con el anzuelo de la Cruz se tragó la Carne del Señor, que fue veneno para él y pasó a ser para nosotros el antídoto que neutraliza el poder del Maligno.
Hay cruz en el anuncio del Evangelio, es verdad, pero es una Cruz que salva. Pacificada con la Sangre de Jesús, es una Cruz con la fuerza de la victoria de Cristo que vence el mal, que nos libra del Maligno.
Abrazarla con Jesús y como Él, nos permite discernir y rechazar el veneno del escándalo con que el demonio nos querrá envenenar cuando inesperadamente sobrevenga una cruz en nuestra vida”.
Papa Francisco.
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