Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las mercedes que me has hecho, y especialmente por haberte dado tu mismo en este Sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu amantísima Madre y haberme llamado a visitarte en esta Iglesia.
Adoro ahora a tu Santísimo Corazón y deseo adorarlo por tres fines: el primero, en acción de gracias por este insigne beneficio; en segundo lugar, para resarcirte de todas las injurias que recibes de tus enemigos en este Sacramento; y finalmente, deseando adorarte con esta visita en todos los lugares de la tierra donde estás Sacramentado con menos culto y abandono.
Creo, Jesús mío, que sois el Hijo de Dios vivo, que habéis muerto en la cruz por mi, y estáis ahora real y verdaderamente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os pido perdón de todos mis pecados. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros. Venid a mi corazón. Os abrazo. No os apartéis jamás de mí.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
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