¡Oh Señor nuestro
Sacramentado! Míranos aquí en tu adorable presencia. Venimos a bendecirte y
alabarte en unión de los ángeles que invisiblemente rodean esa Hostia Divina.
Venimos a
consagrarte esta Hora Santa, gozándonos de estar aquí, en tu acatamiento, a
gustar de tu compañía y a conversar contigo, que tienes palabras de vida
eterna.
Sí, Dios nuestro.
Quisiéramos contemplarte a través de esa Hostia Santa con el tiernísimo afecto
con que os miraba tu Madre: con aquella devoción con que os seguían tus
discípulos, y muy singularmente el Discípulo Amado, cuando la noche de la Cena
reclinó su cabeza sobre tu ardiente Corazón.
Nos sentimos felices
de hallarnos junto a Ti, y queremos aprovechar todos los momentos de esta Hora
Santa para hacerte compañía, que tu presencia nos hace tan agradable.
Concédenos, oh Jesús, no dormirnos, como se durmieron tus apóstoles la noche
tristísima de tu agonía en el Huerto de los Olivos.
Míranos, Señor;
somos tus hijos, a quienes tantas veces habéis alimentado con tu mismo Cuerpo y
Sangre.
¡Señor! Vuelve hacia
nosotros tus ojos misericordiosos; pon en nuestros pensamientos una ráfaga de
la luz de tu Rostro, y en nuestros corazones una centellita siquiera del fuego
que abrasa tu dulcísimo Corazón.
Concédenos, oh
Jesús, sentir hondamente la verdad de aquellas palabras del Real Profeta:
"es mejor una hora en tu Casa, que mil años en compañía de los
pecadores".
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