No seáis almas de
vía estrecha, hombres o mujeres menores de edad, cortos de vista, incapaces de
abarcar nuestro horizonte sobrenatural cristiano de hijos de Dios. ¡Dios y
audacia! (Surco, 96)
A lo largo de los
años, se presentarán -quizá antes de lo que pensamos- situaciones
particularmente costosas, que exigirán mucho espíritu de sacrificio y un mayor
olvido de sí mismo. Fomenta entonces la virtud de la esperanza y, con audacia,
haz tuyo el grito del Apóstol: en
verdad, yo estoy persuadido de que los sufrimientos de la vida presente no son
de comparar con aquella gloria venidera que se ha de manifestar en nosotros;
medita con seguridad y con paz: ¡qué será el Amor infinito de Dios vertido
sobre esta pobre criatura!
Ha llegado la hora,
en medio de tus ocupaciones ordinarias, de ejercitar la fe, de despertar la
esperanza, de avivar el amor; es decir, de activar las tres virtudes
teologales, que nos impulsan a desterrar enseguida, sin disimulos, sin tapujos,
sin rodeos, los equívocos en nuestra conducta profesional y en nuestra vida
interior. (Amigos de Dios, 71)
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