«Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María,
que eres virgen hecha iglesia y elegida por el santísimo Padre del cielo,
consagrada por Él con su santísimo amado Hijo y el Espíritu Santo Paráclito, en
la cual estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien. Salve, palacio
suyo; salve, tabernáculo suyo; salve, casa suya. Salve, vestidura suya; salve,
esclava suya; salve, Madre suya...» (SalVM 1-5).
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