DÍA OCTAVO
Por la señal,...
Señor mío Jesucristo, que a los que vivieron en este mundo demasiado aficionados a los bienes terrenales y olvidados de la gloria, los retienes apartados del premio, para que se purifiquen de su negligencia en desearlo: calma, Señor misericordioso, sus ansias y colma sus deseos, para que gocen pronto de tu presencia, y a nosotros concédenos amar de tal manera los bienes celestiales, que no deseemos desordenadamente los terrenos.
ORACIÓN FINAL
PARA TODOS LOS DÍAS
Oh María, Madre de misericordia:
acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros
sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y
los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de
tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio.
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padrenuestro.
V. De la puerta del infierno
R. Saca, Señor, sus almas.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, oye mi oración.
R. Y llegue a ti mi clamor.
R. Saca, Señor, sus almas.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, oye mi oración.
R. Y llegue a ti mi clamor.
Oremos.
Oh Dios mío, de quien es propio
compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos
que has mandado emigrar de este mundo, para que no las dejes en el purgatorio,
sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del
paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del
purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.