San
Luis María Grignion de Morfort
Oh Sabiduría Eterna
Encarnada, Oh Amabilísimo y Adorable Jesús, verdadero Dios
y verdadero hombre, Hijo Único del Padre Eterno y de María
siempre Virgen.
Te adoro profundamente en el seno y esplendor de Tu Padre
en la eternidad y en el seno virginal de María Tu
Dignísima Madre, en el momento de Tu Encarnación.
Te doy gracias por haberte anonadado, tomando forma de
esclavo, para librarme de la cruel esclavitud del demonio.
Te alabo y glorifico porque has querido someterte a María,
Tu Santísima Madre, en todas las cosas, para hacerme por
medio de Ella, Tu fiel hijo.
Pero ingratamente no he guardado los votos y
promesas que tan solemnemente hice en mi Bautismo; no he
cumplido mis obligaciones; no merezco ser llamado hijo
tuyo ni tu esclavo; como no hay nada en mí que no merezca
repulsa y cólera, no me atrevo por mí mismo a acercarme a
tu Santísima y Soberana Majestad.
Por eso, recurro a la intercesión y a la Misericordia de
Tu Santísima Madre, que me has dado por Mediadora; por
Ella espero obtener la contrición y el perdón de mis
pecados, la adquisición y la conservación de la sabiduría.
Te saludo, María Inmaculada, Tabernáculo vivo de
la Divinidad, en el que la Sabiduría Eterna oculta quiere
ser adorada por los ángeles y por los hombres.
Te saludo, Reina del Cielo y de la tierra, a cuyo imperio
todo está sometido, todo lo que está debajo de Dios.
Te saludo, Refugio seguro de los pecadores, cuya
Misericordia no ha faltado jamás a nadie.
Escucha los deseos que tengo de la Divina Sabiduría, y
recibe los votos y ofrendas que presenta mi bajeza.
Yo pecador renuevo y ratifico hoy en vuestras
manos las promesas de mi Bautismo.
Renuncio para siempre a las seducciones de satanás y a sus
obras, y me entrego por entero a Jesucristo, la Sabiduría
Encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los
días de mi vida, para que le sea más fiel de lo que he sido
hasta ahora.
Te elijo, María, en presencia de la corte celestial por mi
Madre y Reina. Entrego y consagro con toda sumisión y
amor, mi cuerpo, mi alma, mis bienes interiores y
exteriores, el valor mismo de mis buenas obras, pasadas,
presentes y futuras, dejándote el pleno derecho de
disponer de ellas, de mí y de todo lo que me pertenece,
sin excepción, según tu beneplácito, a la mayor gloria de
Dios en el tiempo y la eternidad.
Recibe, Dulce Virgen María, esta ofrenda de mi esclavitud
de amor, en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría
Eterna quiso tener con Tu maternidad; en vasallaje del
poder que tenéis los Dos Corazones sobre este miserable pecador, y
en acción de gracias por los privilegios con que te ha
favorecido la Santísima Trinidad.
Proclamo que en adelante quiero, como verdadero hijo,
buscar Tu honra y obedecerte en todo.
Madre Admirable, preséntame a Tu querido Hijo en calidad
de esclavo eterno para que, rescatado por Tí, me reciba
también por Tí.
Madre de Misericordia, dame la gracia de conseguir la
verdadera Sabiduría de Dios y de estar en el número de los
que amas, enseñas, guías, alimentas y proteges como
verdaderos hijos.
Virgen fiel, hazme en todo un discípulo tan perfecto,
imitador y esclavo de la Sabiduría Encarnada, Jesucristo,
Hijo tuyo que llegue, por Tu intercesión y a Tu ejemplo, a
la plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en
el Cielo. Amén
Hola Magda, hace años que me consagré a la Virgen según esta verdadera devoción tan hermosa.¡¡¡ Es una alegría muy grande ver que la recomiendes a tus visitantes!!!
ResponderEliminarUnidas en Jesús y María. Un abrazo.
Gracias, por su bello compartir.
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