De mi experiencia de iglesia en el trabajo con jóvenes; a través de conversaciones con estos, analizando su intensa personalidad, la franqueza con la que expresan sus sentimientos y su a veces ingenuo proceder, he rescatado momentos que atesoro. Pero principalmente, he logrado obtener de ellos hermosas reflexiones, provocadas de su compromiso con la fe y de su amor a Jesucristo. Quiero compartir esta en particular que denota una gran sinceridad y autoevaluación por parte de varios de ellos.
Un día en una reunión me atreví a preguntar al grupo: ¿cómo trabaja el mal?
Uno de ellos respondió inmediatamente:
- El enemigo nos pone las tentaciones todos los días.
Otro inmediatamente cuestionó esta premisa diciendo.
- No es posible.
- Porqué?, le cuestioné -, intentando obtener su mejor idea.
- No es cierto que Dios es omnipresente?
Si, así es, le respondí.
Pero Satanás, no es omnipresente, verdad.
- Si, no es omnipresente, afirmé.
- Entonces si estuviera tentando a una persona, todas las demás no tendríamos tentaciones ni pecados por un buen rato?
- Es cierto, pero recuerda que también tiene ángeles de oscuridad que le sirven y ayudan en el propósito de destruir al hombre. Respondió una joven sentada frente a él.
Un tercero participó y dijo: - Entonces esto sería como tener un ángel de la guarda y un demonio también a la par.
- No es posible, dijo otro, los ángeles de Dios son muchos más que los demonios. Entonces no es posible que cada uno tenga un ángel y un demonio.
Interrumpí inmediatamente, porque se complicaba demasiado aquel asunto, intentando solucionar el asunto que yo mismo había provocado, pero aquello continuaba.
- Ya sé cómo funciona, indico otro más.
- Ah sí, haber dime tú cómo funciona, le interrogué.
- Si bien el enemigo no es omnipresente y los demonios que le sirven son mucho menos que los ángeles de Dios, solo puede haber una forma de que trabaje. Igual que aquel que lanza un comentario ruinoso y escandaloso, puede afectar el pensamiento solo de aquellos que quieran aceptar dicho comentario, el enemigo lanza su dardo a nuestra mente y deja para ver si a aquel pensamiento le damos cabida y dejamos que germine en una situación de pecado. Pero si lo desechamos de golpe y no le permitimos que se aloje, entonces es cuando hemos ganado la batalla de la tentación.
Reflexioné por unos segundos y consentí con mi cabeza, todos estuvimos de acuerdo con aquella reflexión.
La primera lucha con la tentación la libramos en nuestra mente, permitiendo o despachando los pensamientos e ideas que puedan conducir al pecado. Lo que suceda después de eso es nuestra propia elección. El libre albedrío que Dios mismo nos ha dado para proceder en nuestras vidas, eligiendo entre el bien y el mal. Así trabaja el mal.
Envió: Juan Carlos Chaves Robles. Aserrí, San José, Costa Rica.
"Existe el Amor, existe también el odio. Dos raíces, nada más: Dios y el Demonio. Y el hombre libre escoge lo que quiere."
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