Existe el peligro de adormilarnos, de dejarnos vencer por la pereza, la apatía, la tristeza, la desesperanza | |||
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jueves, 31 de marzo de 2011
¿Despiertos o dormidos?
miércoles, 30 de marzo de 2011
10 Palabras Muy Importantes en tu VIDA
*LA PALABRA DE 2 LETRAS: "YO"....
Evítala La emplean quienes piensan demasiado en sí mismo.
*LA PALABRA DE 3 LETRAS:"EGO"...
Es igual al anterior.Recházala:huele a individualismo.
*LA PALABRA DE 4 LETRAS:"AMOR"..
Es la más Hermosa palabra del diccionario.
*LA PALABRA DE 5 LETRAS:"CELOS"..
Destiérralo. Suele ir acompañado de la envidia.
*LA PALABRA DE 6 LETRAS:"PERDÓN"..
Es de absoluta necesidad.Siempre necesitamos perdonar y ser perdonados.
*LA PALABRA DE 7 LETRAS."AMISTAD"..
Un Amigo es un Tesoro y muchos Amigos es una verdadera Fortuna.
*LA PALABRA DE 8 LETRAS"ESPERANZA"..
Es la virtud que dá sentido a nuestras vidas.
*LA PALABRA DE 9 LETRAS:"CONFIANZA"..
Si confías en ti y en los demás Triunfarás.
*LA PALABRA DE 10 LETRAS:"JESUCRISTO"..
El debe ser el ideal en tu vida .Síguele.
Envio:Blanky
Padre Gregorio Iriarte o.m.i.
martes, 29 de marzo de 2011
Que Dios Te Bendiga
*Cuando alguien te dice Dios te Bendiga: Quiere decir que desea lo mejor para ti. La persona que te dá la Bendición quiere en ese momento que el favor de Dios te llene de Felicidad-Desea todas las gracias de Dios para ti, para tu familia, para tus planes y proyectos en el momento actual y para todo tu futuro.
*El Dar la Bendiciones es un acto de Fé en Dios y a la vez es expresión de auténtica solidaridad y de fraternidad. Es un Regalo que se dá sin ningún interés personal. Nace de la más pura generosidad y ni siquiera espera tu agradecimiento.
*Otorgar la Bendición es un acto Religioso pero no es exclusivo del sacerdote. Es un derecho y una prerrogativa de todos los creyentes que sea de todo corazón los mejores y más valiosos bienes del cielo para los suyos y para todas las personas.
*En el hogar cuando los niños reciben la Bendición de sus padres les ayuda enormemente a su propio desarrollo espiritual y emocional.
*La Bendición de Dios dada en momento de tensiones, peleas o resentimientos personales es la mejor expresión de perdón y es el mejor camino para re-establecer la fraternidad.
*Bendiciendo a nuestros hermanos nos Bendecimos a nosotros mismos.
Padre Gregorio Iriarte.-o.m.i.
Envio:Blanky...
Imagen: www.foropoemas.esReciban muuuchas BENDICIONES AMIGOS!!!...
lunes, 28 de marzo de 2011
El secreto de trabajar
El secreto es poner el corazón en lo que hacen las manos | |
Respondo: No; el trabajo no vale sólo por la «buena intención» que se pone al hacerlo, o por el ofrecimiento que se hace de él a Dios por la mañana; vale también por sí mismo, como participación en la obra creadora y redentora de Dios y como servicio a los hermanos. El trabajo humano –dice un texto del Concilio-- «es para el trabajador y para su familia el medio ordinario de subsistencia; por él el hombre se une a sus hermanos y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y cooperar al perfeccionamiento de la creación divina. No sólo esto. Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los homb! res se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo» (Gaudium et spes, 67). No importa tanto qué trabajo hace uno, sino cómo lo hace. Esto restablece una cierta igualdad, dejando de lado todas las diferencias (a veces injustas y escandalosas) de categoría y de remuneración. Una persona que ha desempeñado tareas humildísimas en la vida puede «valer» mucho más que quien ha ocupado puestos de gran prestigio. El trabajo, se decía, es participación en la acción creadora de Dios y en la acción redentora de Cristo, y es fuente de crecimiento personal y social, pero también, se sabe, es fatiga, sudor, dolor. Puede ennoblecer, pero igualmente puede vaciar y consumir. El secreto es poner el corazón en lo que hacen las manos. No es tanto la cantidad o el tipo de trabajo que se hace lo que cansa, sino la falta de entusiasmo y de motivación. A las motivaciones te! rrenas del trabajo, la fe añade una eterna: nuestras obras, dice el Apocalipsis, nos acompañarán (Ap 14,13). Autor: P. Raniero Cantalamessa, OFM Cap |
domingo, 27 de marzo de 2011
La mortificación
Se puede sufrir por banalidades, pero no se tolera que se sufra por Él | |
Rumiando sobre el asunto, he llegado a la conclusión de que nada tiene de extraño la mortificación física como complemento de la oración espiritual. De hecho, infligirse dolor físico es una práctica cotidiana en la mayor parte de la población, no ya para acompañar una oración a nuestro Creador, sino para acompañar los objetivos más prosaicos. Por ejemplo, sufren algunos estudiantes cuando recurren a los estimulantes para mantenerse despiertos y poder estudiar más horas para aprobar un examen; también sufren algunos trabajadores que prolongan su jornada laboral para mejorar sus economías; sufren la inclemencia del frío o del calor los que hacen cola para alcanzar una entrada para ver jugar a su equipo o escuchar a sus ídolos de la canción; sufren una barbaridad quienes se someten a intervenciones de cirugía estética, simplemente para mejorar la imagen… En otro orden de cosas, sufren voluntaria y conscientemente, a veces hasta morir, quienes escalan montañas, quienes navegan por los océanos, quienes practican deportes… en el mejor de los casos, para superarse físicamente a sí mismos: en muchos casos, por la suprema estupidez de ganar una competición o batir un récord. ¿Y con todo ese sufrimiento por motivos tan materiales -físicos o psicológicos - y al fin intrascendentes, alguien puede negar el valor del sufrimiento cuando la causa es ofrecérselo a Dios? Muy al contrario, si el sufrimiento es una parte consustancial a la actividad humana más banal, ¿no lo va a ser con verdadero motivo en la actividad más sublime, que es la oración? Parece que queda diáfano que la oración adquiere su plenitud cuando va acompañada de sufrimiento en función de nuestras posibilidades, que van desde la pequeña renuncia temporal a pequeñas cosas que nos satisfacen, hasta sacrificios mayores. No nos engañemos. Para esta sociedad el problema no es infligirse dolor, pues hay infelices que pasan hambre por tener un buen coche ¡y eso se justifica!, sino que el problema es Dios. Se puede sufrir por banalidades, pero no se tolera que se sufra por Él. Autor: José Cepero Meridiano Católico Fuente: Catholic.net |
sábado, 26 de marzo de 2011
María se revela a los pequeños.
Verdadera Devoción a María
María se revela a los pequeños.
[26] Si yo hablara a ciertos sabios actuales, probaría cuanto afirmo sin más, con textos de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres, citando al efecto sus pasajes latinos, y con otras sólidas razones, que se pueden ver largamente expuestas por el R. P. Poiré en su Triple Corona de la Santísima Virgen.
Pero estoy hablando de modo especial a los humildes y sencillos. Que son personas de buena voluntad, tienen una fe más robusta que la generalidad de los sabios y creen con mayor sencillez y mérito. Por ello me contento con declararles sencillamente la verdad, sin detenerme a citarles los pasajes latinos, que no entienden. Aunque no renuncio a citar algunos, pero sin esforzarme por buscarlos. Prosigamos.
(del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María)
Comentario:
Ya dice Jesús en el Evangelio que los secretos de Dios les son revelados a los pequeñuelos, a los que son como niños, a los sencillos. Y nosotros somos de estos, porque amamos a María y nos consagramos a Ella, porque sabemos que en la Virgen hay secretos maravillosos que el Altísimo puso allí y están esperándonos a que los descubramos, viviendo con fidelidad la consagración que le hemos hecho o que le haremos. Porque María no se deja ganar en generosidad para con sus fieles y devotos, y si nosotros le damos uno, ella nos devuelve cien. Confiemos en María y abandonémonos confiados en sus manos, que llegaremos a buen puerto.
¡Dulce Corazón de María!
¡Sé la salvación del alma mía!
VERDADERA DEVOCIÓN A MARÍA
viernes, 25 de marzo de 2011
Oración a María de Nazareth
*Maria ,madre y compañera de Jesus,mujer pobre y creyente,plenamente amada del Espiritu: Danos la vida en plenitud Y vence en nosotros todas las muertes.
*Bendita entre las mujeres oprimidas,Virgen libre y entera,gravida de la esperanza de los pobres. Madre de la America India, y de america Negra,de la america Mestiza:Acompaña hoy el caminar de tu pueblo.
*Memoria de nuestra fe,Tierra fecunda de Esperanza:Muestranos a Jesus,Fruto Bendito de la liberacion, y ruega por tu pueblo "Ahora que lucha por la justicia y en la hora de realizarla en libertad,para un tiempo de PAZ". Amén
Mons. Pedro Casaldaliga.
Libro:del Padre Gregorio Iriarte O.M.I. Sé Amigo de ti mismo
El Arte de vivir en positivo
Libro:del Padre Gregorio Iriarte O.M.I. Sé Amigo de ti mismo
El Arte de vivir en positivo
Gracias Blanky...
Imagen:anawindescalza.blogspot.com
http://www.cienciayfe.com.ar/mariadev/maria6.htm
La fe de la Virgen María
Palabras de Juan Pablo II comentando el relato de la Anunciación
"Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue". Evangelio según San Lucas (Lc 1, 26-38) LUMINOSA RESPUESTA DEL ÁNGEL 1. … Al ángel que le propone ser madre, María le hace presente su propósito de virginidad. Ella, creyendo en la posibilidad del cumplimiento del anuncio, interpela al mensajero divino sólo sobre la modalidad de su realización, para corresponder mejor a la voluntad de Dios, a la que quiere adherirse y entregarse con total disponibilidad. «Buscó el modo; no dudó de la omnipotencia de Dios», comenta san Agustín (Sermo 291). MOVIDA POR SU GRAN AMOR 2. … San Lucas no indica el lugar preciso en el que se realiza la anunciación del nacimiento del Señor; refiere, solamente, que María se hallaba en Nazaret, aldea poco importante, que no parece predestinada a ese acontecimiento. Además, el evangelista no atribuye especial importancia al momento en que el ángel se presenta, dado que no precisa las circunstancias históricas. En el contacto con el mensajero celestial, la atención se centra en el contenido de sus palabras, que exigen a María una escucha intensa y una fe pura. Esta última consideración nos permite apreciar la grandeza de la fe de María, sobre todo si la comparamos con la tendencia a pedir con insistencia, tanto ayer como hoy, signos sensibles para creer. Al contrario, la aceptación de la voluntad divina por parte de la Virgen está motivada sólo por su amor a Dios. SU PREGUNTA MANIFIESTA SU FE 3. … María es invitada a creer en una maternidad virginal, de la que el Antiguo Testamento no recuerda ningún precedente. En realidad, el conocido oráculo de Isaías: «He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7, 14), aunque no excluye esta perspectiva, ha sido interpretado explícitamente en este sentido sólo después de la venida de Cristo, y a la luz de la revelación evangélica. A María se le pide que acepte una verdad jamás enunciada antes. Ella la acoge con sencillez y audacia. Con la pregunta: «¿Cómo será esto?», expresa su fe en el poder divino de conciliar la virginidad con su maternidad única y excepcional. Respondiendo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1, 35), el ángel da la inefable solución de Dios a la pregunta formulada por María. La virginidad, que parecía un obstáculo, resulta ser el contexto concreto en que el Espíritu Santo realizará en ella la concepción del Hijo de Dios encarnado. La respuesta del ángel abre el camino a la cooperación de la Virgen con el Espíritu Santo en la generación de Jesús. SIEMPRE FE PARA LA SALVACIÓN 4. En la realización del designio divino se da la libre colaboración de la persona humana. María, creyendo en la palabra del Señor, coopera en el cumplimiento de la maternidad anunciada. Los Padres de la Iglesia subrayan a menudo este aspecto de la concepción virginal de Jesús. Sobre todo san Agustín, comentando el evangelio de la Anunciación, afirma: «El ángel anuncia, la Virgen escucha, cree y concibe» (Sermo 13 in Nat. Dom.). Y añade: «Cree la Virgen en el Cristo que se le anuncia, y la fe le trae a su seno; desciende la fe a su corazón virginal antes que a sus entrañas la fecundidad maternal» (Sermo 293). El acto de fe de María nos recuerda la fe de Abraham, que al comienzo de la antigua alianza creyó en Dios, y se convirtió así en padre de una descendencia numerosa (cf. Gn 15, 6; Redemptoris Mater, 14). Al comienzo de la nueva alianza también María, con su fe, ejerce un influjo decisivo en la realización del misterio de la Encarnación, inicio y síntesis de toda la misión redentora de Jesús. La estrecha relación entre fe y salvación, que Jesús puso de relieve durante su vida pública (cf. Mc 5, 34; 10, 52; etc.), nos ayuda a comprender también el papel fundamental que la fe de María ha desempeñado y sigue desempeñando en la salvación del género humano. Juan Pablo II, 3 de julio de 1996 Fuente:Primeros Cristianos |
miércoles, 23 de marzo de 2011
¿Cuál es mi burbuja?
Individuar cuál es mi burbuja sirve para redimensionar hechos e ideas | |
Algunas burbujas vienen desde fuera, impuestas por personas o por acontecimientos. Un accidente, una calumnia, una crisis económica, un problema en la familia, crean una atmósfera más o menos enrarecida que afecta nuestro modo de pensar, de sentir, de amar. Otras burbujas nacen desde uno mismo. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer, lo que pensamos, lo que sentimos, alimenta el aire interior con alegrías o con tristezas, con esperanzas o con miedos, con amores o con odios. Por eso vale la pena preguntarnos: ¿cuál es mi burbuja? ¿Qué ambiente envuelve mi alma? ¿Qué condicionamientos me asfixian o me exaltan? ¿Qué ideas y que hechos han sitiado mi corazón? Individuar cuál es mi burbuja sirve para redimensionar hechos e ideas a las que a veces damos una importancia excesiva que no merecen. También nos permite descubrir que otros hechos o ideas han quedado marginados, cuando desde ellos podríamos entrar en burbujas sanas, buenas, positivas. Es casi imposible vivir sin burbujas. Algunos no son capaces de escoger su burbuja, porque su psicología está enferma y viven encadenados a mecanismos mentales que los arrastran, sin casi poderlo evitar, de un sitio a otro. Otros han escogido burbujas malas, negativas, llenas de oscuridad, que provocan daños en uno mismo y en quienes viven a su lado. Son burbujas que les llevan a ver sólo oscuridades, a pensar desde el odio y hacia el odio, a encerrarse en la avaricia, a sumergirse en la envidia y en el afán por destruir la fama de otros desde un corazón lleno de rencores malsanos. A pesar de la situación en la que se encuentran, en esas personas perviven todavía capacidades y energías interiores suficientes para reconocer sus errores, para acoger la ayuda de Dios, para cambiar de perspectiva, para abrirse a horizontes y burbujas buenas. Afortunadamente, hay muchos hombres y mujeres que, desde la ayuda de amigos buenos, desde pensamientos sanas, desde la acción de Dios en las almas, son capaces de sumergirse en burbujas positivas. Desde ellas no cerrarán los ojos ante males reales o ante injusticias que deben ser superadas. Al contrario, sabrán afrontar la propia vida con un deseo sincero y bueno para pensar en positivo, para acoger las gracias del cielo, para convertirse en trabajadores incansables en un mundo que necesita hombres y mujeres de esperanzas. F.Pascual Fuente:Catholic.net |
¡40 días para enamorarte!
Dice un refrán popular: que por arriba, que por abajo, la Cuaresma siempre cae en marzo. Celebremos, pues, en marzo, el mes del amor. Crecí con la idea de que Cuaresma es época de sacrificio: días larguísimos sin refresco, chocolates, cigarros, quesadillas o café. Pero no es así. La Cuaresma no es época de tristeza, es tiempo de entrega, de aceptación, de darse y de recibir, porque eso es el amor. Esta Cuaresma pongámonos guapos, ¡tenemos 40 días para enamorarnos! Esta Cuaresma pongámonos guapos, ¡tenemos 40 días para enamorarnos! Nos vamos a enamorar de Dios, así sin mucho pensarle como por instinto natural. Vamos a dejarnos llevar por ese amor a primera vista que nace del silencio de nuestra alma cuando contemplamos un atardecer y nos maravillamos de la creación, de Su creación. No perdamos el tiempo, hagamos una cita, una visita al Santísimo, una ida a misa o simplemente un rato de oración. Hazte presente, deja que se haga presente. | |
Y ya entrados en la plática, dile lo que te gusta y, como buen enamorado, averigua qué le gusta. ¿Qué le gusta a Dios? A Dios le gustas tú. Él nos hizo, ¿recuerdas? Y nos hizo exactamente como Él quería que fuéramos. Por eso disfruta vernos y sobre todo vernos realizados como personas, haciendo lo que nos hace humanos, lo que nos acerca a Él. Pero no creas que tenemos que estar en contemplación todo el día. Dios nos da nuestro espacio y nos quiere alegres “No hay cosa más triste que un triste santo”, decía San Josemaría. Las personas que se aman se divierten juntas. Esto no significa convertir la oración en una reunión de “buenas vibras”, pero sí podemos convertir nuestra vida, nuestro trabajo diario, nuestras diversiones en oración y, ¿por qué no? De vez en cuando en una que otra canción. Probablemente esto ya lo habrás intentado en otras ocasiones y sientas que es una tarea difícil, que no es para ti. El dolor, la monotonía de la lucha diaria, los problemas del mundo, la visión de nuestras propias fallas, pueden destruir nuestro amor, pero no el de Él. Y cuando sientas un vacío en el estomago o que te falta el aire, llámalo, acércate y no te acongojes. También el perdón es cosa de enamorados. No tengas miedo de una buena confesión, parte de enamorarse es dejarle saber al otro exactamente cómo somos para terminar dándonos cuenta de que nos quieren a pesar de lo que somos. ¡Ánimo! Desempolvemos esa estampa, saquemos del cajón aquel crucifijo. Hay que ponerlo a un lado de la foto del novio, del esposo, de los hijos… Así es como recordamos a los que amamos, los traemos en la bolsa, en el carro, en un cuaderno. Sólo con ver la foto nos enderezamos, sonreímos, estudiamos, seguimos la dieta... El amor nos hace sacar lo mejor de nosotros. ¡Tenemos 40 días para ponernos en forma! Hay que tener cuidado, sin embargo, de no quedarnos en el enamoramiento. Si no estás presente, si el amor no se convierte en una fuerza que te mueve a la acción: te quedaste atorado en febrero. Amor es estar para el otro, más allá de una canción y un sentimiento. Es estar para alimentar al hambriento, para vestir al que tiene frío, para consolar al triste, para educar a tus hijos, para cuidar a tus padres, para acompañar a tu esposo, para reírte con la amiga, porque donde quiera que hay un necesitado está Él y lo que hacemos por cada uno de ellos lo hacemos por Él. Y con la Pascua en la mira, ¿quién más nos puede aconsejar qué regalarle a Dios en su fiesta de resurrección? Escuchemos a nuestra Madre María que le da un toque delicado a esta gran fuerza, que la llena de detalles, de silencios, de sonrisas, de espera… son esas pequeñas muestras de cariño que valen no por lo que son sino por lo que representan. Es ese chocolate, ese refresco que en el momento apropiado se transforma en un detalle de amor, de tomarse el tiempo, de dejar de hacer otras cosas, de tenerlo presente, de darnos un poco cada día. ¿Qué regalarle a alguien que lo tiene todo? ¿Qué le puedes dar a Dios? Detalles, esta Cuaresma convierte tus sacrificios en detalles hechos por amor. Escrito por Emma Aguayo de Shugert Fuente:yoinfluyo.com |
martes, 22 de marzo de 2011
IRRADIAR A CRISTO
Jesús mío, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que yo vaya, inunda mi alma con tu Espíritu y tu Vida; penetra en todo mi ser y toma posesión de tal manera, que mi vida no sea en adelante sino una irradiación de la tuya.
Quédate en mi corazón con una unión tan íntima, que las almas que tengan contacto con la mía, puedan sentir en mí tu presencia y que, al mirarme, olviden que yo existo
y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los otros.
Quédate en mi corazón con una unión tan íntima, que las almas que tengan contacto con la mía, puedan sentir en mí tu presencia y que, al mirarme, olviden que yo existo
y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los otros.
Esa luz, oh Jesús, vendrá de Ti; ni uno solo de sus rayos será mío: yo te serviré apenas de instrumento para que Tú ilumines a las almas a través de mí.
Déjame alabarte en la forma que es más agradable, llevando mi lámpara encendida para disipar las sombras
en el camino de otras almas.
Déjame predicar tu nombre con palabras o sin ellas… con mi ejemplo, con la fuerza de tu atracción, con la sobrenatural influencia evidentemente del amor que mi corazón siente por Ti”.
Oración escrita por el Beato John Henry Newman
Fuente:webcatolicojavier
lunes, 21 de marzo de 2011
No juzguéis y no seréis juzgados
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará; echarán en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante: porque con la misma medida que midáis seréis medidos.» (Lucas 6, 36-38)
I. «Con La misma medida que midáis seréis medidos.»
Jesús, ¡qué norma de conducta tan práctica y esencial! Me he de comportar con los demás como me gustaría ser tratado: comprendiendo los fallos, perdonando los errores, siendo generoso, servicial. Porque, entre otras cosas, Tú me tratarás de la forma en que yo trate a los demás. En concreto, Tú me tratarás según sea la grandeza de mi corazón: me darás todo el amor que tenga capacidad de recibir; pero si no he sabido tratar a los demás con misericordia, mi corazón será tan pequeño que no podrá recibir tampoco tu misericordia. Y no por castigo tuyo, sino por mi propia incapacidad.
«Sed misericordiosos.» ¿Cómo me comporto ante las necesidades de los demás? ¿Me mueven a intentar aportar lo que esté en mi mano, o me dejan indiferente pensando que, en el fondo, es su problema? ¿Me doy cuenta de que mi trabajo o mi estudio bien hecho es la forma habitual que tengo para colaborar con las necesidades de la sociedad y de los que me rodean? «No juzguéis; no condenéis. Perdona» Jesús, qué fácil es criticar, murmurar, hablar mal de alguien, sin pensar en los motivos, o las presiones, o la ignorancia, o la flaqueza, o el carácter, o muchos otros elementos de juicio que no tengo y que sólo Tú conoces.
Es muy fácil criticar, pero es muy difícil evaluar los daños que podemos estar causando a una persona con nuestras críticas. Y, a menudo, es imposible reparar a posteriori ese daño que -tal vez injustamente- hemos causado. Sin caer en la ingenuidad de pensar que «todo el mundo es bueno», he de tener como el prejuicio de disculpar, de perdonar de corazón a los demás.
II. «No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablemente» (Camino.-442).
Jesús, Tú eres el que ha de juzgar a los demás, no yo. Si pienso que alguien actúa mal y tengo la suficiente amistad con él para que me escuche, puedo decirle a solas y con delicadeza aquello que me parece un error. En caso de duda, puedo incluso consultar con discreción aquella conducta con alguna persona de confianza, antes de hablar con el interesado. Pero no debo permitir ni siquiera pensar mal de nadie, y mucho menos criticarle o hablar mal de él delante de otros.
«Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve» (San Ignacio de Loyola).
«Dad y se os dará.» Jesús, a veces soy muy roñoso con mis cosas, con mi tiempo, con mis ambiciones. No sé dar, no sé darme. Me doy cuenta de que esta actitud me empequeñece el corazón y, por eso, me hace incapaz de recibir tus dones. En cambio, cuando soy generoso contigo y con los demás, recibo más que lo poco que tenía para dar. «Echarán en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante.»
Jesús, Tú eres más generoso que yo. Yo doy uno y Tú devuelves ciento. Que no quiera quedarme con este uno: con mis planes, con mi futuro. Que sepa dejarlo todo en tus manos, para lo que Tú quieras, para lo que haga falta. Yo te quiero servir en medio de mi vida corriente; quiero darte lo poco que tengo, por amor a Ti. No lo hago para recibir, sino porque Tú me lo pides; pero sé muy bien que Tú siempre me pagas con creces -ya en esta vida- todo lo que haga por Ti y por los demás.
Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA
I. «Con La misma medida que midáis seréis medidos.»
Jesús, ¡qué norma de conducta tan práctica y esencial! Me he de comportar con los demás como me gustaría ser tratado: comprendiendo los fallos, perdonando los errores, siendo generoso, servicial. Porque, entre otras cosas, Tú me tratarás de la forma en que yo trate a los demás. En concreto, Tú me tratarás según sea la grandeza de mi corazón: me darás todo el amor que tenga capacidad de recibir; pero si no he sabido tratar a los demás con misericordia, mi corazón será tan pequeño que no podrá recibir tampoco tu misericordia. Y no por castigo tuyo, sino por mi propia incapacidad.
«Sed misericordiosos.» ¿Cómo me comporto ante las necesidades de los demás? ¿Me mueven a intentar aportar lo que esté en mi mano, o me dejan indiferente pensando que, en el fondo, es su problema? ¿Me doy cuenta de que mi trabajo o mi estudio bien hecho es la forma habitual que tengo para colaborar con las necesidades de la sociedad y de los que me rodean? «No juzguéis; no condenéis. Perdona» Jesús, qué fácil es criticar, murmurar, hablar mal de alguien, sin pensar en los motivos, o las presiones, o la ignorancia, o la flaqueza, o el carácter, o muchos otros elementos de juicio que no tengo y que sólo Tú conoces.
Es muy fácil criticar, pero es muy difícil evaluar los daños que podemos estar causando a una persona con nuestras críticas. Y, a menudo, es imposible reparar a posteriori ese daño que -tal vez injustamente- hemos causado. Sin caer en la ingenuidad de pensar que «todo el mundo es bueno», he de tener como el prejuicio de disculpar, de perdonar de corazón a los demás.
II. «No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablemente» (Camino.-442).
Jesús, Tú eres el que ha de juzgar a los demás, no yo. Si pienso que alguien actúa mal y tengo la suficiente amistad con él para que me escuche, puedo decirle a solas y con delicadeza aquello que me parece un error. En caso de duda, puedo incluso consultar con discreción aquella conducta con alguna persona de confianza, antes de hablar con el interesado. Pero no debo permitir ni siquiera pensar mal de nadie, y mucho menos criticarle o hablar mal de él delante de otros.
«Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve» (San Ignacio de Loyola).
«Dad y se os dará.» Jesús, a veces soy muy roñoso con mis cosas, con mi tiempo, con mis ambiciones. No sé dar, no sé darme. Me doy cuenta de que esta actitud me empequeñece el corazón y, por eso, me hace incapaz de recibir tus dones. En cambio, cuando soy generoso contigo y con los demás, recibo más que lo poco que tenía para dar. «Echarán en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante.»
Jesús, Tú eres más generoso que yo. Yo doy uno y Tú devuelves ciento. Que no quiera quedarme con este uno: con mis planes, con mi futuro. Que sepa dejarlo todo en tus manos, para lo que Tú quieras, para lo que haga falta. Yo te quiero servir en medio de mi vida corriente; quiero darte lo poco que tengo, por amor a Ti. No lo hago para recibir, sino porque Tú me lo pides; pero sé muy bien que Tú siempre me pagas con creces -ya en esta vida- todo lo que haga por Ti y por los demás.
Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA
domingo, 20 de marzo de 2011
LÁGRIMAS BUENAS
Me he perdido muchas veces en esta vida breve y confusa que caracteriza a los humanos. Permití que una pasión innoble dominase mi alma. Dejé crecer a la soberbia hasta el absurdo. Di espacio a la envidia en mi corazón. Preferí la pereza al trabajo serio. Me ahogué en el capricho de lo inmediato y renuncié a ayudar a mi hermano.
Si miro mi vida, ¡cuánto tiempo perdido, cuánto amor derramado, cuánto egoísmo!
El desaliento, muchas veces, entró en mi alma. En vez de correr hacia ti, me encerré en mí mismo. Preferí escuchar música, o hacer deporte, o salir con los amigos. Perdí mi tiempo, pues dejé de lado al verdadero Médico y no busqué la única terapia que perdona los pecados.
Tú lo sabes mejor que yo, Dios mío. Te he fallado. Quizá incluso en unas horas el pecado volverá a conquistar mi pequeño corazón. Y en otras horas volveré a llorar, casi desesperado, al verme tan miserable y tan ruin.
Pero mis lágrimas no sirven si no me llevan a tus brazos, si no me impulsan al Sacramento de la Penitencia, si no me abren a la esperanza. Porque hay lágrimas que no son según Tu Corazón, sino según mi egoísmo; lágrimas que me ahogan en quejas inútiles y me alejan de la esperanza.
Existen, lo sé, otras lágrimas que te agradan, que Tú suscitas y que Tú acoges. Lágrimas según Dios, que llevan al cambio, a los propósitos que son verdaderos, a la confianza sincera en tu gracia, al arrepentimiento y a la confesión de mis pecados (cf. 2Cor 7,9-10).
Concédeme, Señor, lágrimas buenas. Quizá no saldrán de mis ojos, pero al menos, desde lo más íntimo de mi alma, me permitirán reconocer que Tú nunca has dejado de estar a mi lado, que anhelas mi regreso todavía, que me das fuerzas para reemprender el camino del amor y la esperanza.
Fuente:Periodismo católico
sábado, 19 de marzo de 2011
Excelencia de San José
José, descendiente de David y a quien la Sagrada Escritura llama "justo" (cfr. Mt. 1, 19 |
José, descendiente de David y a quien la Sagrada Escritura llama "justo" (cfr. Mt. 1, 19), es decir, varón de eximia santidad, fue el hombre elegido padre de Cristo en un doble sentido: a) ante la ley, en cuanto era el esposo de María; b) por el amor y cuidado que tuvo con el niño Dios, a quien prestó los servicios del más cariñoso de los padres. San José es llamado padre nutricio del Salvador en cuanto lo nutrió y alimentó, y padre putativo, en cuanto era reputado por el común de las gentes como verdadero padre de jesús, pues el misterio de la encarnación quedó oculto a ellas. Estos títulos, sin embargo, no pueden hacer pensar que las relaciones entre José y Jesús eran frías y exteriores. Es verdad que la fe nos dice que no era padre según la carne, pero su paternidad fue más profunda que la de la carne, y quiso a Jesús como el mejor de los padres ama a su hijo. Jesús, en lo humano, señala San Josemaría Escrivá de Balaguer, debió parecerse a José: "en el modo de trabajar, en los rasgos de su carácter, en la manera de hablar. En el realismo de Jesús, en su espíritu de observación, en su modo de sentarse a la mesa y de partir el pan, en su gusto por exponer la doctrina de una manera concreta, tomando ejemplo de las cosas de la vida ordinaria, se refleja lo que ha sido la infancia y la juventud de Jesús y, por tanto, su trato con José" (Es Cristo que pasa, n. 55). Después de Santa María, es José la criatura más excelsa; en virtudes, en perfección, en grandeza de alma. "Como San José -señala el Papa León XIII- estuvo unido a la Santísima Virgen por el vínculo conyugal, no cabe la menor duda que se aproximó más que persona alguna a la dignidad sobre eminente por la que la Madre de Dios sobrepasa a las restantes naturalezas creadas... Sí, pues, Dios dio a la Virgen por esposo a José, no sólo se lo dio, ciertamente, como sostén en la vida, sino que también le hizo participar, por el Vínculo matrimonial, en la eminente dignidad que ésta había recibido" (Enc. Quaquam Pluries). Así lo explica San Bernardino de Siena: "Cuando, por gracia divina, Dios elige alguno para una misión muy elevada, le otorga todos los dones necesarios para llevar a cabo esa misión, lo que se verifica en grado eminente en San José, padre nutricio de Nuestro Señor Jesucristo y esposo de María" (Sermo I de S. Joseph). A él, que es quien trató con mayor intimidad a Jesús y a María, le venera la Iglesia como maestro de vida interior. El Papa Pío IX lo declaró el 8-XII-1870 como especial protector y patrono de la Iglesia. Fomenta, además, su devoción, viendo en ella un camino fácil para aumentar el amor a su Esposa y a su Hijo: "Si crece la devoción a San José, el ambiente se hace al mismo tiempo más propicio a un incremento de la devoción a la Sagrada Familia... José nos lleva derecho a María, y por María llegamos a la fuente de toda santidad, a Jesús, quien por su obediencia a José y María consagró las virtudes del hogar" (Benedicto XV, M. pr. Bonum sane et salutare). Encuentra.com |
viernes, 18 de marzo de 2011
Saber decir ... ¡adiós!
Renunciación, olvido de uno mismo y oración por el que se va. Un abrazo y si se puede... una sonrisa. | |||||
"Tú lo sabes Señor, lo sabes mejor que nosotros porque Tú conoces a la perfección el corazón de los hombres. Y Tú sabes lo adolorido que está este pobre corazón porque tiene que decir adiós". Decir adiós es una cosa y saber decir adiós es otra. Decir adiós es abandonarse a ese dolor que tiene sabor a muerte. Decir adiós es sumergirse en esa profunda pena que nos brota del corazón y se asoma a nuestros ojos convertida en lágrimas. Decir adiós es quedarse con un hueco en el pecho... es levantar la mano en señal de despedida y darnos cuenta que es el aire, lo único que acarició nuestra piel. Es volver a casa y ver tantas y tantas cosas del ser amado y junto a esas cosas, un sitio vacío. Es llorar, desesperarse, vivir en la tristeza de un recuerdo. ¡Decir adiós es tan triste y hay muchos adioses en nuestras vidas! El adiós al ser querido que se nos adelantó, el adiós de las madres a sus hijos en países en guerra, el adiós a quién amamos y se aleja del hogar... el adiós que se le da a la tierra que nos vio nacer... ¿Cómo lograremos saber decir adiós, dónde encontraremos una forma diferente para que este adiós nos sea más soportable? Para saber decir adiós nos ayudaremos con el recuerdo o más bien con la meditación de cómo debió de ser el adiós entre María y su hijo Jesús. A mí en lo personal me gusta pensar que fue después de una comida. Nada nos dicen los Evangelio de estas escenas, ya que fueron escritos después, bastante tiempo después. Jesús vivió tres años fuera de su hogar dedicado a su misión de predicar. Solos estaban ya la Madre y el Hijo puesto que ya habían dado el adiós a José tiempo atrás. Comida de despedida, de miradas llenas de ternura, de silencios cargados de amor más que de frases. La madre solícita y tierna y al mismo tiempo firme y serena. El Hijo empezando a sentir el primer dolor con un adiós para ir al encuentro de la Redención de la Humanidad. La tarde es calurosa y el camino polvoriento. Por él van un hombre y una mujer. Una madre y un hijo que se despiden, que tienen que decirse adiós... Y yo creo que María acompañó a Jesús hasta el final del sendero donde el hijo tomaría el camino definitivo. Nada sabemos de lo que hablaron, nada sabemos de lo que se dijeron... pero tuvo que ser un adiós de inconmensurable grandeza y amor. También de dolor. Dolor que se hace incienso y sube hasta el Padre Eterno. Otra vez en los labios de María el SÍ y en los de Jesús el primer sorbo del amargo cáliz que beberá hasta la última gota. Pero serenos y firmes, llenos de amor el uno por el otro, cumpliendo, aceptando en sus corazones la Voluntad del Altísimo: Saben como hay que decir adiós. Así nosotros, con este ejemplo de despedida hemos de saber decir adiós. Renunciación, olvido de uno mismo y oración por el que se va. Un abrazo, corazón con corazón y si se puede... una sonrisa. Y nuestra oración termina así: "Señor, sabes que me duele el corazón pero Tú me vas a enseñar a "saber decir adiós". Para vos Primo... |
jueves, 17 de marzo de 2011
EL SACERDOTE
Cuando se piensa que solamente un sacerdote puede perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios, obligado por su propia palabra, lo ata en el Cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios...
Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo, en la última Cena, realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores, y fue convertir el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote...
Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él...
Cuando se piensa que un sacerdote, cuando celebra en el altar, tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios...
Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese pan y ese vino, y que eso puede ocurrir, porque están escaseando las vocaciones sacerdotales, y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes aullarán de hambre y de angustia, y pedirán ese Pan, y no habrá quien se lo dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos...
Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales...
Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal...
Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se reflejaba en las leyes...
Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación...
Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo...
Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable...
Uno comprende que más que una iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado...
Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor...
Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre, que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la Tierra y que todos los santos del Cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo.
Hugo Wast
webcatolicodejavier.org
COMO TRABAJA EL MALO
De mi experiencia de iglesia en el trabajo con jóvenes; a través de conversaciones con estos, analizando su intensa personalidad, la franqueza con la que expresan sus sentimientos y su a veces ingenuo proceder, he rescatado momentos que atesoro. Pero principalmente, he logrado obtener de ellos hermosas reflexiones, provocadas de su compromiso con la fe y de su amor a Jesucristo. Quiero compartir esta en particular que denota una gran sinceridad y autoevaluación por parte de varios de ellos.
Un día en una reunión me atreví a preguntar al grupo: ¿cómo trabaja el mal?
Uno de ellos respondió inmediatamente:
- El enemigo nos pone las tentaciones todos los días.
Otro inmediatamente cuestionó esta premisa diciendo.
- No es posible.
- Porqué?, le cuestioné -, intentando obtener su mejor idea.
- No es cierto que Dios es omnipresente?
Si, así es, le respondí.
Pero Satanás, no es omnipresente, verdad.
- Si, no es omnipresente, afirmé.
- Entonces si estuviera tentando a una persona, todas las demás no tendríamos tentaciones ni pecados por un buen rato?
- Es cierto, pero recuerda que también tiene ángeles de oscuridad que le sirven y ayudan en el propósito de destruir al hombre. Respondió una joven sentada frente a él.
Un tercero participó y dijo: - Entonces esto sería como tener un ángel de la guarda y un demonio también a la par.
- No es posible, dijo otro, los ángeles de Dios son muchos más que los demonios. Entonces no es posible que cada uno tenga un ángel y un demonio.
Interrumpí inmediatamente, porque se complicaba demasiado aquel asunto, intentando solucionar el asunto que yo mismo había provocado, pero aquello continuaba.
- Ya sé cómo funciona, indico otro más.
- Ah sí, haber dime tú cómo funciona, le interrogué.
- Si bien el enemigo no es omnipresente y los demonios que le sirven son mucho menos que los ángeles de Dios, solo puede haber una forma de que trabaje. Igual que aquel que lanza un comentario ruinoso y escandaloso, puede afectar el pensamiento solo de aquellos que quieran aceptar dicho comentario, el enemigo lanza su dardo a nuestra mente y deja para ver si a aquel pensamiento le damos cabida y dejamos que germine en una situación de pecado. Pero si lo desechamos de golpe y no le permitimos que se aloje, entonces es cuando hemos ganado la batalla de la tentación.
Reflexioné por unos segundos y consentí con mi cabeza, todos estuvimos de acuerdo con aquella reflexión.
La primera lucha con la tentación la libramos en nuestra mente, permitiendo o despachando los pensamientos e ideas que puedan conducir al pecado. Lo que suceda después de eso es nuestra propia elección. El libre albedrío que Dios mismo nos ha dado para proceder en nuestras vidas, eligiendo entre el bien y el mal. Así trabaja el mal.
Envió: Juan Carlos Chaves Robles. Aserrí, San José, Costa Rica.
"Existe el Amor, existe también el odio. Dos raíces, nada más: Dios y el Demonio. Y el hombre libre escoge lo que quiere."
Encuentra.com
Un día en una reunión me atreví a preguntar al grupo: ¿cómo trabaja el mal?
Uno de ellos respondió inmediatamente:
- El enemigo nos pone las tentaciones todos los días.
Otro inmediatamente cuestionó esta premisa diciendo.
- No es posible.
- Porqué?, le cuestioné -, intentando obtener su mejor idea.
- No es cierto que Dios es omnipresente?
Si, así es, le respondí.
Pero Satanás, no es omnipresente, verdad.
- Si, no es omnipresente, afirmé.
- Entonces si estuviera tentando a una persona, todas las demás no tendríamos tentaciones ni pecados por un buen rato?
- Es cierto, pero recuerda que también tiene ángeles de oscuridad que le sirven y ayudan en el propósito de destruir al hombre. Respondió una joven sentada frente a él.
Un tercero participó y dijo: - Entonces esto sería como tener un ángel de la guarda y un demonio también a la par.
- No es posible, dijo otro, los ángeles de Dios son muchos más que los demonios. Entonces no es posible que cada uno tenga un ángel y un demonio.
Interrumpí inmediatamente, porque se complicaba demasiado aquel asunto, intentando solucionar el asunto que yo mismo había provocado, pero aquello continuaba.
- Ya sé cómo funciona, indico otro más.
- Ah sí, haber dime tú cómo funciona, le interrogué.
- Si bien el enemigo no es omnipresente y los demonios que le sirven son mucho menos que los ángeles de Dios, solo puede haber una forma de que trabaje. Igual que aquel que lanza un comentario ruinoso y escandaloso, puede afectar el pensamiento solo de aquellos que quieran aceptar dicho comentario, el enemigo lanza su dardo a nuestra mente y deja para ver si a aquel pensamiento le damos cabida y dejamos que germine en una situación de pecado. Pero si lo desechamos de golpe y no le permitimos que se aloje, entonces es cuando hemos ganado la batalla de la tentación.
Reflexioné por unos segundos y consentí con mi cabeza, todos estuvimos de acuerdo con aquella reflexión.
La primera lucha con la tentación la libramos en nuestra mente, permitiendo o despachando los pensamientos e ideas que puedan conducir al pecado. Lo que suceda después de eso es nuestra propia elección. El libre albedrío que Dios mismo nos ha dado para proceder en nuestras vidas, eligiendo entre el bien y el mal. Así trabaja el mal.
Envió: Juan Carlos Chaves Robles. Aserrí, San José, Costa Rica.
"Existe el Amor, existe también el odio. Dos raíces, nada más: Dios y el Demonio. Y el hombre libre escoge lo que quiere."
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miércoles, 16 de marzo de 2011
La esperanza del Cielo
La unión con Cristo no nos permite vivir en las nubes | |
Según la fe cristiana, los santos son aquellos que ya gozan de la visión de Dios y están unidos a Él para siempre. Ellos interceden por nosotros desde el Cielo. Santa Teresita de Lisieux decía: "Pasaré mi Cielo haciendo bien sobre la tierra". Con el ejemplo de los santos aprendemos cómo transitar por este mundo, "que es camino para el otro que es morada sin pesar" (Jorge Manrique). Y es que el hombre no es un ser para la muerte, sino para la Vida. Ya antes de la muerte nos importa, ¡y mucho!, esta vida, porque en ella servimos a Dios y a los que nos rodean; y, además, porque en esta vida nos ganamos la otra: con la atención a la familia, con el trabajo cotidiano y el empeño por solucionar las pequeñas y grandes cuestiones que nos afectan. Alguien ha comparado ese esfuerzo de la humanidad, al que hace un alumno por resolver un complejo problema de matemáticas, ante su maestro; poco a poco va consiguiendo algunos éxitos, pero no llega a la solución final; el maestro le observa y le deja esforzarse, porque sabe que así se va haciendo más capaz de recibir un día la solución que sólo el maestro puede dar. Hace un año por estas fechas se preguntaba Benedicto XVI si el hombre moderno sigue esperando la vida eterna o considera que pertenece a una mitología ya superada. Ciertamente, argumentaba, vivimos tan absorbidos por las cosas de la tierra, que se nos hace difícil pensar en Dios como protagonista de nuestra vida. Pero el ser humano no puede suprimir su anhelo por la justicia, la verdad, la felicidad. Ante el enigma de la muerte, ¿quién no desearía volver a encontrar a los seres queridos? ¿Cómo no esperar un juicio final que restablezca la justicia? ¿Cómo renunciar a la felicidad para siempre? Ahora bien, para nosotros, los cristianos, "vida eterna" no significa sólo una vida que dura para siempre, "sino también una nueva calidad de la existencia, sumergida plenamente en el amor de Dios, que libera del mal y de la muerte y nos pone en comunión sin fin con todos los hermanos y hermanas que participan en el mismo Amor". La vida eterna no está sólo "después" o "en el más allá"; sino que puede comenzar aquí, en la amistad con Dios que se da con la vida de la gracia. Esto es lo que proclamó el Concilio Vaticano II y esto es lo que celebramos en la fiesta de todos los santos. Lo explicaba el Papa: todos los cristianos, llamados a la santidad, "tienen los pies en la tierra, pero el corazón ya está en el Cielo, morada definitiva". En términos parecidos se expresaba San Josemaría Escrivá, cuando predicaba que hemos de vivir "con la cabeza en el cielo, y los pies en la tierra". La unión con Cristo no nos permite "vivir en las nubes", ni encerrarnos en una autosuficiencia o en un cómodo bienestar. Al contrario, nos lleva a trabajar por todas las personas de la tierra, especialmente los más necesitados: los enfermos, los indigentes, los débiles. Aspiramos a convertir esta tierra en un "cielo", en la medida que depende de nosotros. Queremos dar a los demás lo que de Dios recibimos: una Vida que no muere. Autor: Ramiro Pellitero Iglesias Fuente:Fluvium. |
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